Reflexiones y recuerdos de una tradición llamada Quiksilver Open La Paloma
Texto: Sebastián Chacón
Fotos: Canty Ramos & Álvaro Arano
Los primeros metros del otoño transcurren con pocas certezas. El tiempo adoptó otra cadencia, especialmente en el sur del sur de Mar del Plata… Ahí, donde mujeres y hombres encuentran algo de lo que suelen buscar. Quizás no todo, pero si lo más valioso.
El sur del sur de Mar del Plata no aparece En Los Mares del Sur de Somerset Maugham, tampoco en el radar de los espíritus citadinos, aunque a decir verdad, por aquellas latitudes, dicen que muchos espíritus eligieron quedarse ahí por miedo a no encontrar nada parecido en el gran viaje.
Las olas del sur del sur andan rodando solas y hasta parecen mucho más bonitas sin nadie acoplado a su ritmo. Quizás hayan sentido necesidad de estar un tiempo solas. Aparentemente se llevan muy bien con la soledad. Algunas gaviotas afirman haberse divertido y mucho con algunas conversaciones entre las chicas. Algunas hicieron especial hincapié en el histrionismo de ciertos jinetes del salitre. La naturaleza vuelve a ser feliz sin necesidad de contarlo en redes, en la introspección encontró el verdadero camino hacia la sanación. El mensaje del planeta es claro y contundente, y es más que obvio que no nos salvaremos viralizando el challenge del día, el desafío es muchísimo más grande.
Volviendo a la escasez de certezas, una de las reinas del sur del sur, La Paloma, no tendrá, al menos en un corto tiempo, la visita del Quiksilver Open La Paloma. La pandemia alteró calendarios, tradiciones y principados de reposera a orilla del famoso acantilado; perfecta platea natural que balconea las distintas escenas que componen la película final.
Los recuerdos son muchos y mientras esperamos el cumpleaños número 17 de este clásico, seguimos engordando la lista con todo aquello que haremos cuando el encierro sea un mal recuerdo. Salir en busca de libertad, sentirla en carne viva o debajo de una piel de goma y disfrutando de unas derechas e izquierdas sureñas, esas que suelen llegar con los swelles de otoño; son algunos de los deseos que figuran inmediatamente después de esos abrazos que esperan por nuestros seres queridos.
Fotos, anécdotas, conversaciones impublicables, analistas de reposera, definiciones de último minuto, cuentas regresivas impiadosas, cambios de marea malditos, campeones que renegocian su eterna vigencia, lloviznas que anuncian paréntesis, inscriptos de última hora que se van temprano, inscriptos de primera hora que se van muy tarde, inscriptos que no llegan nunca, olas que prometen y nada cumplen, cábalas de cumplimiento religioso, una bajada exigente como primer filtro, perros que buscan dueños por un día, preguntas sin respuestas, respuestas que buscan interrogantes, festejos, decepciones y promesas del año que viene… Son algunas de las cosas que conforman el folclore que arropa este tradicional evento.
Mientras seguimos esperando señales de buena salud, nuestra memoria sigue siendo una de las mejores herramientas a la hora mitigar los efectos de la cuarentena. Éxitos, nos vemos de nuevo en tiempos de libertad, si es en el sur del sur mucho mejor.