Una entrevista con altas dosis de rebeldía, skate, surf, Mar del Plata, Hawaii y por sobre todas las cosas: vida
Por Sebastián Chacón
Un especial agradecimiento a Renata Danti
Para quienes asomamos nuestra curiosidad al mundo de las tablas a mediados de los 80’s en Mar del Plata, siempre estuvimos atentos a toda esa escasísima información que sin querer ibas encontrando por la calle. En un viaje en colectivo al centro, era innegociable conseguir asiento o manotear el pasamano (los que llegaban a él por aquellos años) del lado de la ventanilla que apuntaba al mar. El paso por La Popular, en días de olas, siempre era un espectáculo con satisfacción garantizada. Tablas, colores, ropas, bicicletas, motos y todo eso que hoy llaman Vintage u Old School, se estaba cocinando en un mar de baja temperatura.
El skate no fue ajeno a esa postal. Incluso hasta hoy seguimos fantaseando que Mar del Plata fue diseñada por un skater que nunca se animó a subirse a la patineta; básicamente porque ese no era un invento lo suficientemente urgente. Pocos pero distinguidos, eran los skaters que por aquellos años daban la nota en algunas rampas y en diferentes spots callejeros. Mientras en el poolcito de Alem se escribían esas historias que todos alguna vez oímos, una marca de skates surgió como un emblema de altísima calidad y mística, que lejos de haber sido fabricada en California, podría haber nacido en la esquina de tu casa: Síncope Skateboards.
Alejandro “Toba” Álvarez, es el fundador de Síncope Skateboards. Un rompe reglas por naturaleza, que con ingenio, talento, skate e interminables horas de trabajo, logró bajar a la realidad esos objetos de culto y deseo que veía en las revistas.
Establecido en Maui (Hawaii) desde hace muchos años, sigue andando en skate con la misma pasión que en los primeros tiempos y aunque esté muy pendiente del mar para surfear todo lo que se pueda, Toba logra aunar sus pasiones y resulta muy difícil encontrarlo sin una tabla debajo de sus pies.
Días antes de los feroces incendios que azotaron la isla, conversamos un rato con el tipo que hace tiempo dejó atrás el Alejandro Álvarez que indica su documento, para convertirse en Toba, el creador de una historia marplatense, escrita en las calles, tan autóctona y real, como esas que se siguen contando de boca en boca y de generación en generación.
¿Cómo llega el Skate a tu vida?
Nos mudamos a la ex terminal en 1973, teníamos muchas revistas y revolviendo, encuentro en una Mecánica Popular de fines de los sesenta, una nota sobre skateboarding. Cómo eran y quiénes los usaban. Nunca había visto algo parecido antes. Así que decidí hacerme uno.
Mi mamá tenía unos patines con botas, ajustables, de ruedas de metal, que rápidamente transformé en “skateboard”. Una tabla de madera unía los dos “trucks”. Las ruedas de metal eran indomables, mi viejo me las reemplazó por ruedas de goma negras. También eran una basura, pero más domables.
¿En qué lugares solías andar en Mar del Plata en aquellos años?
Por años me mantuve andando por bajadas cerca del barrio, veredas lisitas. A veces Sierra de los Padres, que íbamos en familia. Por un tiempo fue la vereda del edificio Havanna. Suave bajada, de baldosones largos, junta profunda. Me regalaron un Leccese con un caño al medio. Alto “beamer”. Una verdadera basura… Igual me divertía muchísimo.
Iba mucha gente. Mucha, nos delizábamos suavemente cuesta abajo. Sobre esa vereda ancha. O la bajada del Torreón, Stella Maris, todo por mi barrio.
¿Cómo fueron esos primeros días de Síncope y cuál era el espíritu de aquel entonces?
Pasaron muchos años hasta que apareciera Sincope.
En 1983, egresé de la secundaria y con mi amigo Fabian Grilli, decidimos fabricar unos snowboards que había visto en una revista Action Now, era un Burton. Otra vez soy víctima de una foto en una revista. En el comercial tenía las medidas y en base a esa foto, la transformé en escala. La hice realidad. Julio de 1983 se estrenaron en la nieve del cerro catedral… previamente los usábamos en los médanos, los íbamos perfeccionando. Andábamos muy seguido, eran los primeros sandboards en acción.
En el 84, comencé en la facultad de Arquitectura en Mar del Plata. Ahí me reencontré con gente que vi andando en Oasis y el skatepark de madera. Ellos estaban terminando una rampa en Pringles y Sarmiento, las Monjas Ramp, me uní al proyecto sin vacilar.
Javier Abarracín, Marcelo Bejanele, los hermanos Castro, los Codecido. Al poco tiempo comenzamos la construcción de uno de los half pipes más emblemáticos de esa época. Monjas Ramp 2. Grande, un pie de vertical. Coping de PVC. Bases amplias.
En Enero de 1985 viajamos a Brasil, Marcelo “Mosca” Bejanele y Guillermo “Walas” Cidade. Visitamos muchos lugares, conocimos mucha gente. Ese viaje y mis experiencias con los snowboards y sandboards, encendieron en mí la pasión por fabricar tablas de skate. En ese preciso instante nacía Sincope.
Se habían acabado las épocas de todo importado y dólar barato. No había nada de skate a nuestro acceso. No teníamos nada para andar. Eso me motivó aún más a fabricar tablas. Fue muy difícil conseguir láminas de madera al espesor que necesitaba y de la madera que necesitaba. Fue un largo proceso lleno de obstáculos. Difícil, mi imagen no ayudaba, apenas arañaba los veinte años. Tenía pelo largo, no vestía muy tradicional. Te pedían exorbitantes cantidades de láminas de madera, o pegamento. Tan sólo para hacer una prueba. Las consultas con los ingenieros de los servicios técnicos de esas compañías no eran productivas. No conocían nada acerca de skate. Para ellos era una locura que yo quisiera fabricar mi propio compensado de madera (terciado) de siete capas, no de diez, no cinco, ¡SIETE! Un capricho mío pensarían. ¡Por qué no pegaba tres terciados de 3mm y ya!
Y en guatambú, que casi no se usaba en enchapados porque es difícil de pegar. No es muy decorativa. Estaba loco, y no encontraba otro loco que me siguiera.
¡Hasta que apareció el loco!
Finalmente pude realizar mis siete capas, mi propio compensado. Las tablas quedaban terminadas entre diez y once milímetros. ¡Un éxito!
¿Qué te acordás de la primera tabla Síncope? ¿Cuánto tiempo te llevó diseñarla?
Mi primera prensa la armé en el hall de entrada de la planta alta donde vivía con mis padres. Pegaba las láminas en la mesa de la cocina, mi mamá se quejaba del fuerte olor de la resina, cola, pegamentos. Era época de experimentación. Yo le decía que era muy sensible… Siempre hubo aguante. De los dos a full. ¡Agradecidísimo de por vida!
Lucho Aliano (QEPD), fue el primero en testear esas tablas. Que Lucho la testeara y no la quebrara era una buena señal. Era de muchas láminas, muy finas, las que se usaban para hacer enchapados. Pegadas con resina poliéster. Era un verdadero mamarracho. Pesada. Empecé al otro día con resina epoxi… Y a fabricar en Pompeya. Gracias Pepe Gil, él conocía resina epoxi. Poxipol es resina epoxi.
¿Cómo surge el nombre Síncope?
Sincope, no nació como Sincope. Originalmente iba a ser Masacre. En alusión al impacto que iban a producir. Humilde lo mío.
Viajo a Capital. Visito a Walas (Willy) me muestra un boceto con la palabra Massacre, en un interesante ángulo. Abajo reflejándose, sobre el supuesto horizonte Palestina. El hermoso boceto en segundos masacró mi proyecto.
Fue ahí cuando busqué el significado de Sincope, que daba vueltas por mi cabeza. Lo relacionaban más con un desmayo, una pérdida de conocimiento que con un ataque cardíaco. Bien: se van a desmayar al ver las tablas… ¡Me gustó!
No le dije nada a Walas, es más, solo se habrá enterado por escuchar esta anécdota que una vez conté.
De todas las historias de amor de los 80’S, la de Síncope y los skaters marplatenses fue muy especial… ¿Dónde crees que residió la magia para que eso suceda?
El surf y skate han sido de nacimiento casi simultáneo. Super rebeldes y muy radicales ambos. Son primos. Las lomas, los surfers, la geografia misma de Mar del Plata sirvió. Rápidamente creció.
Me acuerdo de un campeonato de surf y skate en el torreón. Rampa (un quarter) de Cabrales. El velódromo. ¡Empezaba todo! Mar del Plata fue un gran semillero de nuevas personalidades. El verano, las promociones, ayudaban.
Sincope siempre ha sido asociado con calidad. Faltaba la conexión con figuras del skateboard, asociar la marca a alguien… un “team”. Buenos skaters, buena imagen.
Promocioné y organicé campeonatos. Había stickers de Sincope por todos lados. Conseguir una tabla nueva era difícil. Teníamos una lista de espera. Pagaban la tabla antes de ser hecha. Enviamos tablas a todo el país. Era muy difícil conseguir una Sincope y eso ayudaba a nuestra imagen.
Creamos una asociación, se gestionaron permisos (plaza Mitre, Estadio, La Perla).
Se creó un vínculo con la comunidad skater grande. Éramos muy amigos de skaters de Buenos Aires y alrededores. Solíamos parar en casa de skaters amigos. Y ellos venían a nuestras casas.
Tuvimos siempre alguna rampa emblemática. Teníamos un sano orgullo, localismo.
No éramos muchos, pero estábamos unidos. Cada época tiene, tuvo lo suyo.
Mar del Plata tuvo sus épocas doradas, playa y skate. El half pipe de madera de Independencia y Colón, Oasis, Las Monjas Ramps, La 39, Punta Mogotes, Chapa, El Poolcito.
¿Quiénes fueron los skaters marplatenses que más te llenaron los ojos?
Dos llamaron poderosamente mi atención: Pablo “Tatú” Martinez y Juan Carlos “Orkopp” Restelli. Muy muy distintos ambos. Y les ofrecí un pro model. Un dólar por tabla vendida. Orkopp, que también era un gran artista, me dio dos gráficos para el pro model de Tatú, y el propio. Era una serigrafía a un color. Dibujo simple. Muy efectivo.
¿Qué recuerdos te trae el poolcito de Alem?
Comencé a ir al poolcito después que desapareciera Oasis. Vi andar a Ricardo Gurrieri, en ambos lugares. El pool estaba completo. ¡La mataba! ¡Uno de los mejores skaters que ví! ¡Una lástima! QEPD.
Creo que él es sin dudas fue quien más me impresionó. Además él y yo éramos jóvenes. Él para irse, yo para juzgar.
¡Kike Candioti, impresionante! Mucho control y estilo. Guillermo “Walas” Cidade. Siempre admiré su patinar, un adelantado. Muy talentoso en todo lo que hacía.
Era (aún soy) muy solitario por esa época, desde que empecé (1976) hasta que comencé con las monjas, andaba sólo. Cuando había poca gente. Varias veces me dispararon con aire comprimido desde Avellaneda andando en el poolcito. El poolcito fue siempre un lugar difícil de andar.
Era más de andar en rampas y half pipes, poco o nada street. Excepto cuando viajábamos. Ahí era un todo terreno. Era nuestro medio de transporte también.
Cuando cursaba la secundaria, iba al skatepark de Independencia y Colón, una ex-concesionaria de autos. De dos pisos. Un gran half pipe, no flat, con una lanzadera en un costado. Había dos quarters más. Uno conectaba con la pared del galpón como vertical. Para ver quién llegaba más alto. Era muy divertido. Al andar un poco resbaladizo.
Ahí me quebré por primera vez mi muñeca. No fue divertido. 64 días de yeso.
Andaba en Buenos Aires, también, en Olivos, en Gigante. Que era realmente un skatepark grande. Aunque su nombre era por los supermercados Gigante.
Tenía una tabla pro-class. Angosta, larga, ruedas naranjas. La tabla era de madera sólida, no láminas. Alternaban listones de maderas rojas y blancas. A lo largo. Un prensado muy lindo. Aún la tengo. Gracias a mi hermana. Recién me recuperaba de la fractura de Mar del Plata, y me vuelvo a quebrar en Gigante, misma muñeca, dos veces en tres meses.
Más tarde apareció Oasis, Independencia y Paso.
El skatepark en Acassuso, hermoso. Ahí andaba cada dos semanas. Mi papá por trabajo viajaba, y seguido a Buenos Aires. Familia y trabajo. Íbamos a andar. Mi hermana también patinaba. Toda la familia presente. Era todo un evento familiar. Era caro andar ahí.
¿Cómo describirías ser un emprendedor en Argentina en aquellos tiempos?
Ser emprendedor no es, ni fue, ni será una tarea fácil. ¡Nunca! El emprendedor quiere hacer algo distinto o a su manera. Ambas acciones son rebeldes.
En mi caso se sumaba que los materiales para fabricar las tablas eran difíciles o imposibles de conseguir. Diseñar la prensa fue una tarea que demandó mucho tiempo y logística. Yo cursaba la carrera de arquitectura así que no tenía demasiado tiempo extra. El producto no existía, así que todo tuvo que hacerse desde cero. ¿Prensas para patinetas? Se reían.
Todo se regía y aun se rige valor dólar, así que económicamente también era un desafío. Me gustaban los desafíos. Aún me gustan. ¡Este fue muy grande! ¡Había pasión!
Siempre, más allá de mi pasión, confié en el skateboarding como deporte, sabía que iba a llegar lejos. Era mucho más que un deporte nuevo, traía todo una cultura, estilo de vida consigo… La extinción momentánea del vertical lo ayudó a popularizar llevándolo a la mera calle. ¡De donde nunca más se fue!
¿Cuándo y por qué decidiste establecerte en Hawaii?
Siempre me apasionó conocer el mundo. Buscar mi lugar en él. Una tarea ciclópea de la que aún hoy soy parte.
Había viajado a Maui en julio del 92. Literalmente estaba obsesionado con vivir en esa isla. Me sorprendió la cultura surfística del lugar, donde la excusa hay olas era suficiente para no ir a trabajar. Más allá de la belleza y la estabilidad económica que aportaba ser parte de USA. El último Estado, el número 50, desde 1.959.
Tenía que volver, quería establecerme en Maui. No quería llegar ahí sin conocer más del mundo. Así que traté de combinar las pasiones para facilitar mis elecciones. Recorrería el continente americano, y de no encontrar algo mejor me radicaría en Hawaii.
Aunque iba a hacerlo en bicicleta cambié por hacerlo en un solo, también noble vehículo: La moto fue la opción que elegí. Iba con mi novia. Dos bicis era un poco complicado, no era muy fácil de comunicarse en ruta. Dos vehículos: dos potenciales problemas. No quería nada usado. Por mi bajo presupuesto la única opción en mi cabeza era una ¡Econopower C-90!
A fines de 1.995 la compré, dos años más tarde arrancaba nuestra “mudanza”. Si bien no teníamos destino definido, no queríamos volver… buscar nuestro lugar era la tarea. La Econo nos llevó a lugares que nunca imaginamos, y que nunca pensé llegar en una Econo.
¿Qué lugar tiene el surf en tu vida hoy en día?
Como el skate, el surf es también un estilo de vida. Surfear podés cuando hay condiciones. Y básicamente cuando hay olas. Surfear con mejores condiciones implica madrugar. Esperar que baje el viento, que entre la marea adecuada, que haya menos gente. Es más complicado que el skate y más demandante para tu cuerpo. Es cierto, el agua perdona más los errores que cualquier superficie rígida sobre la que te deslizas con un skateboard. Son primos como dije antes, amo los dos. Pero, desde que vivo acá fue puro surf. Además lleva más tiempo mejorar en surf que en skate.
Podría decir que aprendí un poco más, pero aún muy lejos de ser un buen surfista. Mi vida hoy día está más alrededor del surf que cualquier otra cosa. Si hay buenas olas no puedo ir a trabajar… Y si voy no puedo trabajar, mi cabeza está en el agua. Trabajo cuando no surfo. Es una isla, siempre ves el mar.
¿Cuáles fueron tus mejores sesiones ahí en Hawaii?
Las mejores sesiones son cuando hay buenas condiciones y poca gente. Esas son siempre las mejores. No importa a veces dónde. La cantidad de surfers en el agua hoy día es imponente. El deporte ha crecido mucho. Quizás más que la población.
¿En qué ha cambiado Maui desde que estás ahí?
La isla se ha poblado más, aunque la población no supera los 160.000 habitantes. Al ser lotes grandes, y poca construcción en altura, la impronta es grande. Y de a poco se van poblando lugares que ni pensábamos.
La infraestructura no acompaña el crecimiento y lo pagamos con un deterioro en nuestra calidad de vida. No tan mal como en Argentina, pero más tráfico, poco estacionamiento. Algunas calles en mal estado.
¿En qué manera el skate y el surf han ayudado que este sea un mundo mejor?
Podría decir que el skate y el surf moldearon mi vida alrededor de ellos: Siempre juntos o alternándose. Hace unas semanas terminamos un mini ramp en casa de un amigo. Volvimos a ser unos adolescentes. Motivados a más no poder. Obsesionados con terminarlo y probarlo. Pasión intacta.
Sigo tratando de patinar, los golpes se sienten, tardás más en recuperarte; pero es una caricia al alma.