LA BARREDORA: LA ÚLTIMA PARTE DEL CICLO

Por el Dr. Marsupial

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Aprovechando que Jesús Lopo sacó el tema del invierno y la primavera, terminaré de describir el Ciclo del Surf que desarrollé en la última nota. Nada más tedioso que escribir sobre el invierno mientras el sol que entra por la ventana incendia mi cabeza

El bronceado desaparece y nuestro pelo rubio tiende a volver a la normalidad. Durante el invierno el surf deja de ser un deporte de masas para convertirse en una actividad para un grupo limitado de personas con la decisión de seguir surfando olas a pesar de la adversidad climática. Los días de invierno son más cortos por lo que la constancia disminuye y son pocos los días que hacemos dos sesiones en menos de 24 horas. Nuestros movientos dentro del agua están limitados por el grueso neoprene que llevamos puesto, además de las botas y los guantes que nos quitan sensibilidad en las extremidades y la capucha que disminuye el equilibrio.

Llegar hasta la playa en bicicleta o en motos no es broma y tendríamos que agregar que el traje utilizado el día anterior comúnmente se encuentra mojado.

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A Maxi Brochon el verano se le pasa volando. Foto de Carlos Allevato.

La hora ideal para entrar al agua van desde las 10:00 hasta 16:00, horario en el cual el tímido sol invernal se hace sentir un poco. De todos modos, no podemos evitar el congelamiento de nuestra cabeza luego de sumergirnos dos o tres veces seguidas bajo las olas. Dicho congelamiento de la cabeza consiste en una serie de puntadas en la frente que en algunos casos disminuye la capacidad de movimiento. Los calambres son moneda corriente en esta estación.

El frío es un factor limitante para miles de surfistas, en cambio otros tantos muy motivados y atraídos por la energía invernal continúan metiéndose al mar. Contar con el equipo adecuado para surfear en invierno tiene un precio económico no muy accesible, en especial para los surfistas más jóvenes.

Las playas están ahí, a la buena de Dios; se puede apreciar cantidades significativas de residuos. La soledad y la melancolía de caminar por la costa acompañado por la brisa del mar y el ruido de las olas. En esta época los balnearios y los alambrados se tornan más obsoletos de lo que en realidad son.

Se acaban los campeonatos.

A algunos surfistas le llegó la hora de emprender sus viajes en busca de olas y quizás de trabajo; van por olas y temperaturas benignas en las costas más codiciadas del mundo: Perú, Brasíl, México, Hawaii, Indonesia, Islas Canarias, Marruecos, Costa Rica, Ecuador, California, Australia, etc. De todos modos, los destinos surfísticos de los argentinos se vieron afectados por la inflación, es entonces el valor de la moneda el que juega un papel importante.

El hecho de surfear en invierno implica afrontar factores ambientales como las bajas temperaturas y exponer al organismo a condiciones no muy saludables. La práctica del surf en esta época le “otorga prestigio y respeto” a cualquier surfista, ni hablar en aquellas épocas en que los trajes de neopreno no tenían la calidad que tienen ahora.

La primavera es la estación idílica, con el reventar de las flores y el resurgir de la vida; pero es también la estación de los vientos, la época de la inestabilidad, de los cambios bruscos y sorpresivos. Los vientos huracanados del cuadrante sur, hacen variar la temperatura, traen los fríos intensos, las lluvias persistentes, los granizos, la furia del polo que alimentará nuestras costas con las olas más preciadas.

Con la llegada de la primavera y de las imponentes ballenas francas australes dejamos de usar la capucha y los guantes, y recién en noviembre, junto con el incremento del número de surfistas, nos sacamos las botas súper adherentes de neopreno. Nuestra cara y manos comienzan a tomar un color más oscuro en comparación al resto del cuerpo, podemos notar que el cuello presenta una línea de bronceado que anuncia junto con los grandes swelles de diciembre la llegada del tan ansiado verano.

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