Por el Dr. Marsupial
El Dr. MArsupial en uno de esos días. Foto: Archivo personal Dr. M.
Hacía ya mucho tiempo que yo masticaba el pensamiento de encontrar el mar como a nosotros nos gusta. Es necesario haber pasado por ciertas cosas, haberse encontrado en ciertas situaciones, para entender con qué fuerza se apoderan ciertas ideas de ciertos surfistas; para comprender que una sesión de surf en las condiciones que me gusta puede llegar a ser para mí (un surfista medianamente civilizado), un deseo tan impetuoso, como puede ser para cualquier cristiano una misa en la iglesia de Pompeya.
En ese pensamiento me mantuve durante varias semanas, hasta que una mañana me despertó el sonido del noroeste. Era como si estuviéramos en otro mar, pero eran nuestras playas. Durante tres días las olas fueron épicas en toda la costa: Mar del Plata, Partido de la Costa, Mar Chiquita, Santa Clara, Miramar, Necochea, Reta, Río Negro y Chubut. Imposible describir en unas páginas lo que fueron las olas que pudieron correr los surfistas de todas las latitudes que se acercaron a la costa ese fin de semana.
Menos mal que fue fin de semana, de ser tres días de semana más de uno se quedaba sin trabajo. Así les paga el mar a los surfistas que saben esperar.
Sólo quien haya tenido el gusto de correr olas en el sur como es debido, comprenderá el significado de levantarse a la mañana, luego de una sudestada, y que la copa de los arboles indiquen que el viento es del cuadrante noroeste. Esa clase de mañanas pueden ser recordadas durante mucho tiempo por un vulgar surfista sin importancia, para que su persona pase a la posteridad, dejando sus huellas marcadas en las arenas que la misma marea se encargara de borrar.
Por incapacidad propia de expresar en palabras, pasaré por alto un montón de detalles, que te demostrarían todas las seducciones a la cual están expuestos los surfistas en su ambiente, teniendo que lidiar con las más diversas circunstancias para disfrutar de las olas.
Las condiciones fueron óptimas: Luna llena, buenas mareas, y una sudestada con constancia, desde el miércoles, que levanto olas bastante raras en esta época del año.
El jueves solo daba para correr en playas protegidas del viento, y entonces la escollera norte y las playitas del centro, junto con alguna playa del norte eran los points elegidos. Algunos osados que fueron en coche hasta la escollera sur a mirar corroboraron que estaba como de 4 metros.
Pero al anochecer, el viento comenzó a rotar por tierra (de sur a norte, por el oeste), y no es fácil conciliar el sueño cuando la adrenalina incomoda. El viernes, cuando venía de trabajar, vi todo el centro, estaba pasado. Pase por casa, prepare la mochila con todo lo necesario para una surfada. Me demoré un poco en sacarle el polvo a la 6´8´´ y en ajustarle las quillas. Con eso, me fui de casa con rumbo al sur. El espectáculo era sin igual, una ola tras otra (bien marcado), rompientes por doquier, algunos lugares inaccesibles pero que daban para cuando aflojara un poco. El faro y el sur estaban rebuenazo, solo para entendidos el resto mirando de afuera. El viento se mantuvo durante todo el día, pero el fin de tarde, con el mar subiendo y sin viento, y yo esperando la serie sentado frente al gancho del Aquarium, lo convirtió en un momento sublime.
El sábado y domingo también tuvieron lo suyo, no con tanta contundencia como el viernes pero salieron lindas surfeadas. Cuando hay olas no hay más opción que irse a surfar, así que como era de suponer el mar estaba con muchísima gente. Cuando hay crowd se tiene todo; porque jamás faltan cornalos, cagaolas, aves, pseudo-locales, y los que a pesar de todo lo contado no tienen mejor idea que la de sembrar el pico de mala vibra… El broche de oro para terminar el verano, salvo por algunas tablas que se partieron pero valió la pena.