La definición pertenece a Willy Uribe, protagonista de esta entrevista
Por Sebastián Chacón
Presentado por Spiral Shoes
Nunca se sabe cuán lejos te puede llevar una revista. Sin dudas, un interrogante fuera de época. Básicamente porque las revistas dejaron de existir. Perdieron la batalla en un mundo ciento por ciento táctil, de escaso romanticismo, plagado de inmediateces efímeras, pero totalmente fascinante para los amantes de las métricas.
En el invierno de 1991, mi abuela Luisa viajó a España. Al momento de la despedida me preguntó: ¿Qué querés que te traiga? Una revista de surf fue mi respuesta.
Cuando su viaje llegó a su fin, ahí recién empezó el mío. La flora y fauna del surf español me llevaron de paseo. En esas páginas encontré una manera elegante y desafiante de narrar un mundo, que muchas veces se resumía en un póster o en una foto pegada en la carpeta número tres del colegio. Y en esos días donde todo estaba por hacer, Willy Uribe supo ser una insinuante pincelada de lo que más tarde iría a buscar por mi cuenta.
Willy Uribe (Bilbao 1965), surfista, escritor y fotógrafo, empezó a meter su ojo en el visor de una cámara en 1984. Casi al mismo tiempo, empezó a asistir al taller literario de su mentor Ramiro Pinilla, quien en 1986 le publicó su primer libro, Cuentos Revueltos.
Poco a poco, sus relatos e historias empezaron a ganar lectores en las páginas de Surfer Rule, Tres 60 y Surf Europe, también supo arremangarse junto a Salvador Artaza y capitaneó su propia revista, Marejada.
A punta de birome y máquina de escribir, supo recorrer los distintos peldaños de un escalafón que hoy lo sitúa como un delicioso narrador contemporáneo.
Trilogía del surf, El último viaje del Omphalos, Los que hemos amado, Cuadrante Las Planas, Sé que mi padre decía, Revancha, Nanga, Crónicas del salitre, A vueltas con la marea, Surf Stimulator, Ciudad Bilboa y Allí donde ETA asesinó, conforman su propio universo bibliográfico.
Quizás su obra más comprometida sea Allí donde ETA asesinó, un libro valiente que le valió algunas incomodidades. Durante el invierno de 2009-2010, recorrió el País Vasco y fotografió los lugares donde ETA había cometido atentados mortales, el día del aniversario y a la hora del crimen.
Después de unos intercambios de mensajes a través de Instagram, Willy Uribe se toma su tiempo durante los últimos metros de la primavera de Formentera, y nos responde estas preguntas.
Gracias por el viaje de todos estos años Willy. Pasen y lean.
¿Se puede escribir prescindiendo del coraje?
En la escritura que practico, y también en la literatura que leo, lo que más valoro es la honestidad. Para conmigo mismo como autor y para con los lectores. En ocasiones la honestidad exige coraje, que suele ser impetuoso y temporal, como también en ocasiones exige calma, un concepto más reflexivo y a largo plazo.
¿Qué herramientas te entregó el surfing en tu oficio de escritor?
Precisamente, la calma. El surf y la escritura son dos disciplinas que exigen paciencia y constancia. No son aquí y ahora, nada de eso. Uno se mete en ello para toda la vida.
De todos tus viajes de surf… ¿Qué historia valdría la pena contar en una novela? ¿Y por qué todavía no la has escrito?
La novela Nanga sucede en Indonesia; Doce poemas de amor en Zicatela, en México; Los que hemos amado, entre el País Vasco y Marruecos. Más allá de Al Ganzug, en Mauritania. El surf ha marcado buena parte de mi literatura en cuanto a los escenarios y los argumentos. Cuando viajo me gusta ver para después recordar. Mi cabeza está llena de recuerdos, soy bueno para esas cosas.
Y sí, aún me queda una historia por contar que sucede en India, en la costa del Golfo de Bengala. Si no la he finalizado es por falta de tiempo. Hace diez años mi vida pegó un vuelco. Ahora peleo por ajustar los horarios. He trabajado en varios asuntos en este tiempo, actualmente lo hago en el sector agrario, un sector que no entiende de literatura ni de horarios.
Trabajaste durante un tiempo en un bar antiquísimo, de esos donde los parroquianos suelen ser una gran fuente de inspiración para quienes andan buscando historias y personajes… ¿Qué fue lo mejor de ese trabajo?
Casa Almirall, en el barrio de El Raval, en Barcelona. Fundado en 1860. Trabajé allí como barman durante cuatro años, del 14 al 18. Ese trabajo fue una llave para abrirme al propio barrio de El Raval, un espacio poblado por personas de muy diversos orígenes. Además, tenía con un amigo una librería de segunda mano a cien metros del bar. Se llamaba Llibrería de la Lluna.
Las personas e historias que viví y conocí en El Raval son muchas. Para mí, que vengo de una cultura sobria como es la vasca, vivir y ser parte del mestizaje de El Raval fue gasolina para la creatividad. Tanto en el bar como en la librería como en la calle, era consciente de que vivía en un gran puerto mediterráneo que me conectaba con el mundo.
¿En qué se ha convertido el surf? ¿Puedes vivir sin surfear?
Me cuesta ser crítico con el surf bussines porque he formado parte de él como proveedor de imágenes e historias. Lo que no quita para que sea consciente de que el surf se ha institucionalizado. El mercado ha aceptado al surf como valor monetario. Los gobiernos usan al surf como reclamo turístico. El surf se convierte en un generador de trabajo y valor añadido y acaba entrando en las Olimpiadas. Nada que objetar. Pero hay un problema.
El problema es que las olas son limitadas. Cuando era un chaval, diez personas en el agua eran multitud. Hoy lo normal son cien.
En cuanto a la segunda pregunta, la respuesta es que con lo que no puedo vivir es sin el mar. Desde hace tres años vivo y trabajo en Formentera, una pequeña isla en el Mediterráneo. Para más adelante planeo Galicia, tal vez Canarias, quién sabe… lo único cierto es que el surfing siempre estará ahí.
¿Qué pasó en tu vida después de editar Allí Donde ETA Asesinó? ¿Cuáles fueron los efectos colaterales?
Fue un trabajo áspero a lo largo de todo el País Vasco. Primero concebido para un medio de comunicación digital y después publicado en formato libro. Era un recorrido fotográfico y narrativo por el aniversario de los crímenes de ETA. Tocaba la fibra a ETA, a sus miembros y simpatizantes. Traté de ponerles frente a su masacre. Aún no sé si lo logré.
Los daños colaterales fueron casi domésticos. Algunas cartas al buzón, algunas llamadas telefónicas, algunas notas en el vehículo, alguna bronca en el pueblo, gente que deja de saludarte, amigos que pasan a ser conocidos. Poca cosa para el nivel de violencia que ha ejercido ETA, pero suficiente para mí.
Salió publicada antes de que ETA anuncie el alto de su masacre… ¿Esto último lo intuías o sinceramente se dio así?
No esperaba un cese armado de ETA. Me sorprendió. No les consideraba tan inteligentes.
¿Qué es lo que más te atrae de Formentera y por qué decidiste establecerte ahí?
Una isla pequeña con buen clima y un paisaje maravilloso. Unas 75 nacionalidades convivimos en Formentera. No hay muchos lugares así en el mundo.
Vine aquí empujado por mis amigos Nico y Max Mallol. Te gustará, me dijeron. Así que vine, vi que tenían razón y me quedé. Encontré silencio y atemporalidad, luz y mar, trabajo y una casa.
¿Cuál es tu metodología de escritura? ¿Cómo te manejas en el caos de ideas que supone enfrentarse a la escritura de una novela?
La metodología, en cuanto a la novela, es monacal. Son media docena de sesiones de un par de semanas cada una. Acostumbro a aislarme en un bosque en Navarra, o en la casa de un amigo en un pueblo de la costa vasca. Una vez instalado, trabajo por que no exista nada más en mi mente que la historia que deseo contar.
¿Qué te ocurre cuando terminas de escribir una obra? ¿En qué momento no escuchas más a todas esas voces que suelen susurrarte durante el proceso creativo?
Con el punto final suspiro. Es un gran momento. Después vendrá el trabajo de edición y corrección, pero como autor sabes que ya está, que no hay más que decir. La novela deja de pertenecerte y pasa al lector.
¿Pudiste ver La Primera Ola? Si la has visto me gustaría saber qué te ha parecido. (Yo la vi y me encantó, me sorprendió el nivel del material de archivo).
Trataré de verla.
¿A qué ola siempre tienes ganas de volver?
A La Triangular, en el País Vasco. Allí comencé a surfear en 1977 y allí están los amigos de juventud.
¿Cómo era el Willy de aquellos años en el taller literario de Ramiro Pinilla?
Fueron casi treinta años de asistencia al taller de Ramiro Pinilla. Personal y literariamente me marcó mucho. A comienzos de los 80, con un País Vasco sacudido por la violencia política, aquella isla literaria fue un espacio que se me hizo muy necesario. Lo mismo que el surf.
¿Qué le aportó a tu escritura el País Vasco?
Puede que una característica importante sea la sobriedad. Trato de desnudar de adornos a mi escritura, centrándome mucho en armar una estructura sólida y coherente.
Otra aportación son los personajes. La gran mayoría son vascos. Y casi todos ellos lejos del País Vasco.
¿Cuál de todos tus libros consideras que es el que mejor te describe?
Siempre narro en primera persona, y me involucro mucho de un modo sentimental. Todas mis novelas llevan mucho de mí.
Pero hay una novela, titulada Revancha, que está narrada en tercera persona y donde el autor no aparece por ningún lado. Es como si yo no la hubiera escrito.