Ni siquiera Griffin Colapinto pudo dar crédito a su victoria. Su cara, cuando anuncian el resultado de la última ola de Ítalo, fue lo más parecido a un: ¡Andá a la mierda! ¿En serio que gané?
La WSL dio un paso más allá de su mancillada reputación. El actuar de la organización es cada vez más parecido al de ese tío que todos conocemos, ese que escucha Trap y no se pierda una fecha de FMS, con tal de no quedarse afuera de las nuevas tendencias. Ahora con las apuestas incluidas, el show es total y absoluto. Nadie se queda afuera de este sensacional espectáculo cada vez más cerca del cloro que del salitre.
Está claro que lo que ocurrió ayer en Lemoore es un claro mensaje. Sudamérica se ha convertido en la gran llaga para WSL. De alguna manera tienen que cortar la racha de Brasil. Eso sí, nunca creímos que fuesen tan poco sutiles para la expoliación.
Con Colapinto defendiendo la lycra amarilla, el circo enfila para El Salvador y después para Brasil. Sin dudas ahí, WSL encuentre un buen pico de rating y por qué no, una altísima cuota de afecto popular brasileño.
Estén atentos, a la hora de dar show la WSL no defrauda.