Historias reales de un mundo ficticio
Por Sebastián Chacón
Para festejar el cierre de año, el “Club de Amigos de Playa Grande” organizó su tradicional gala en las instalaciones del recoleto Yacht Club Argentino, lugar en donde se reunían las distinguidas personalidades que hacían de Mar del Plata un lugar ideal para vivir. Familias de pura cepa marplatense, empresarios de coches caros, maridos de señoras afectas al quirófano, esposas con debilidades por la bragueta del profesor de tenis, chicos y jóvenes con destino de marplanautas se congregaban en una noche especial para celebrar y premiar a las distintas figuras que le daban brillo al barrio.
La familia Solís Arrieta fue una de las primeras en recibir la invitación, como siempre dirían presente, y aunque Rama empezaba a mostrarse más alejado de sus padres, por esos procesos lógicos que suceden en la adolescencia, sabía que esa noche tenía que estar ahí. Bien vestido, bien peinado, con sus zapatos lustrados, con ese clásico reloj Omega de malla de cuero que su abuelo le había regalado cuando empezó la secundaria en su querido colegio Marista, así tenía que estar Ramiro Solís Arrieta la noche de la fiesta. La presencia de su inalcanzable Sofía lo ilusionaba.
Leandro, el padre de Rama, era un tipo de mucha influencia en el Club de Amigos de Playa Grande, institución donde desempeñaba su cargo de tesorero, fue así que gracias a su peso arregló todo para que le entregaran un premio a Rama por su proyección en el Surf nacional, el premio en cuestión era el JAP (Jóvenes de Alto Potencial), en donde además se premiaría a rugbiers, tenistas, triatletas, golfistas y jugadoras de hockey, todos Sub 20.
Cuando Rama se enteró del reconocimiento sintió que su suerte empezaba a cambiar, podría jugar el papel del chico de la película ante Sofía, al menos por una noche. Y así fue… la película fue una de Mel Brooks.
La recepción fue con vino del mejor y exquisiteces de buen maridaje, Rama se despegó de sus padres y se mezcló con los más jóvenes, el ir venir de los mozos estuvo fuertemente marcado por nuestro héroe, quien con el correr del tinto fue aumentando su nivel euforia. La cena avanzó entre anécdotas, charlas de negocios y promesas de un futuro mejor para el barrio y su gente.
Después de la cena empezaron los discursos de rigor, momento propicio para salir a tomar aire en esa típica noche de verano marplatense de cielo estrellado y viento manso. Bajo los efectos del Trumpeter, Rama le apuntó a la puerta y salió dispuesto a juntarse con sus pares, sin embargo sus ojos apuntaron a la escollera, lugar de donde venía pedaleando Chicho, un viejo compañero de surfing, también conocido por sus bien armados Joint. Después del saludo de rigor, y de las cargadas correspondientes por los zapatos, el traje, la camisa y la corbata, Rama pidió un porro para cortar con la juerga de Chicho, por supuesto que su amigo fue amable con su pedido.
Entre humo y recuerdos del último swell de invierno, Rama perdió la noción del tiempo, bastante mareado se despidió de Chicho y a la carrera emprendió el regreso, en minutos debía estar recibiendo su premio JAP. Antes decidió pasar por el baño, eligió un inodoro, trabó la puerta y se sentó, mientras repasaba su discurso de agradecimiento, los efectos de la marihuana y los estridentes sonidos del Trumpeter pusieron a nuestro héroe a dormir.
Cuando Roberto Fierro Herrera subió al escenario y nombró al surfista Ramiro Solís Arrieta como uno de los Jóvenes de Alto Potencial, todo el mundo se puso de pie para aplaudir, al tiempo que intentaban dar con la figura del JAP 1986 en el rubro Surf… La ausencia de Rama fue una verdadera mancha para la familia Solís Arrieta, su padre Leandro debería dar explicaciones de lo sucedido en la próxima asamblea. Salvo ese dato de color, la noche fue un verdadero éxito, gente divertida bailando hasta las 4 AM y celebrando la suerte de estar bajo el estrellado cielo de La Feliz después de un duro año de trabajo.
A las 8:00 AM el personal de limpieza se encargó de abrir la puerta del baño y despertar a Rama, aturdido y apesadumbrado por el error se incorporó como pudo… sabía que el regreso a casa no sería nada fácil, las explicaciones no serían suficientes para atemperar la bronca de su padre. Sin más remedio que afrontar los hechos, se miró al espejo, acomodó su corbata y emprendió el regreso… En casa además del reto lo esperaba un premio y eso no estaba nada mal.