Historias reales de un mundo ficticio
Por Sebastián Chacón
Ni bien comenzaron a correr los créditos finales de North Shore (Los Reyes de las Olas, tal la traducción en Argentina), Rama se sintió Matt Adler en su papel de Rick Kane… Por primera vez tenía a mano una historia palpable, con gusto a épica y sabor a triunfo… Una historia de autoayuda en tiempos en donde lo más cercano al género era el Método Silva de Control Mental que leía con devoción Susana, su madre. Por fin tenía alguien con quien identificarse, había llegado el momento de torcer la historia.
Hawaii seguía estando tan lejos de Mar del Plata como Rama de un trabajo, sin embargo había que empezar a acortar distancias, dar ese primer paso de manera firme. Sin mirar atrás y sin pensar en el que dirán, Rama se anotó en las Academias Fox Terrier, el lugar indicado para convertirse en un verdadero paseador de perros. La creciente presencia de pichichos de raza como los cocker spaniel y los setters irlandeses, terminaban de adornar las residenciales casas de Playa Grande, y como cada cosa tiene que estar en su lugar, Rama veía en esos canes una próxima e innegable fuente de dinero. Al cabo de unos meses, y con las instrucciones necesarias para dar la remada inicial en su nueva empresa, Rama invirtió unos pocos pesos en folletería y en tarjetas personales para captar clientela, una tarea que presuponía irritante se volvió sencilla.
Una mañana sonó el teléfono en casa de los Solís Arrieta, Don Leandro atendió y se sorprendió al escuchar una voz femenina que preguntaba por Ramiro el paseador de perros, rápidamente la llamada fue derivada al cuarto de Rama, quien pasadas las 11:30 seguía en la cama… El despertar no podía ser mejor, el primer cliente esperaba por sus servicios, por fin Hawaii estaba un poco más cerca.
Fini fue la primera clienta de Rama, una enérgica setter de apenas un año que llenaba los días de Stella, una regia señora que para hacerle frente al síndrome del nido vacío decidió invertir un dinero en el perro que toda señora bien debía tener. Rama sabía que no podía dejar pasar esta oportunidad, después de la charla de presentación, cerró el trato… todos los días a las 10:00 debía estar listo para retirar a Fini, y devolverla a su casa cerca de las 13:00. Abril no podía terminar mejor, con trabajo y excelentes perspectivas, pero lo mejor de todo era que no respondía a ningún patrón… era el capitán de su propio barco y estaba decidido a timonearlo con autoridad. Al cabo de unas semanas, Rama llevaba seis mejores amigos del hombre y la demanda por sus servicios seguía en alza.
Rama había estudiado cuidadosamente el recorrido de su competencia, Cacho Pérez Lambertino, un guardavidas con pocas luces que durante el invierno paseaba perros y quien había servido de inspiración para nuestro héroe. Todo iba muy bien como para echarlo a perder, sabía que el parque Primavesi era territorio seguro para él y sus perros, y ahí se tiraba debajo de su árbol favorito mientras sus perros descansaban después de una larga caminata de 45 minutos. Rama estaba convencido que llevar a los canes le daba un plus a la hora de remar con fuerza la ola del set, al menos eso notaba en sus bíceps que de a poco iban estirando el algodón de su curtida Ocean Pacific de mangas largas.
Una mañana de esas en donde lo único que importa son las olas, Rama se dejó llevar por su instinto. Una vez retirados todos los perros, apuró el paso con destino al Primavesi, el lugar indicado para dejarlos durante una buena sesión en su amado Yacht, nadie daría cuenta de los mansos perros que poco a poco iban engordando el chancho, ese mismo que nuestro surfer favorito había decorado con un HAWAII de puño y letra. La sesión fue en progreso, poca gente en el agua y Sofía sentada en la escollera repasando un apunte para el próximo parcial, entre párrafos se las ingeniaba para seguir con la mirada alguna que otra ola de Nacho, su eterno novio y rival a vencer por Rama en cada una de las fechas del circuito local.
Al cabo de unas horas, los perros empezaron a alterar el barrio con sus ladridos, los vecinos no tardaron en llamar a la sociedad protectora de animales, al rato un móvil de Canal 8 se hizo presente, tal acto de barbarie animal nunca había salido a la luz en las noticias del mediodía. Una vecina prestó testimonio en cámara y narró con detalles cómo se habían sucedido los hechos, al momento de responder si conocía al responsable de los perros, la enfurecida señora mostró en cámara el folleto que alguna vez Rama le había dejado en su picaporte de bronce, ese que decía: Ramiro Solís Arrieta, paseador de perros. Finalmente Rama logró lo que siempre había soñado, llegara los titulares de los medios de su ciudad.
Cerca de las dos de la tarde Rama llegó al parque, los perros no estaban, tampoco la sociedad protectora de animales, ni mucho menos el móvil de Canal 8 esperando al marplatense destacado de la jornada. Al cabo de unos minutos se dio cuenta que Hawaii seguía estando a la misma distancia de siempre… De todas formas, Rick Kane terminaba volviendo a Arizona, y eso para Rama era imperdonable.
1 Comentario.