Fotos: Maxi Marinucci y archivo personal Carlitos Di Pace
Txt: Seba Chacón
Desde hace varios meses venía tras los rastros de Carlitos, la “Che Carlitos Expedición” fue el disparador para esta entrevista con dos de los personajes más autóctonos y genuinos del surf argentino. Los meses fueron corriendo y esa especie de bitácora en Facebook del menor de los Di Pace, me fue poniendo al día del progreso de su travesía que lo llevó desde Los Angeles (USA) hasta las entrañas de Latinoamérica.
Meses después de los primeros contactos, comenzó el ida y vuelta de llamadas telefónicas, olas y trámites fueron posponiendo la reunión hasta que finalmente un flat prolongado abrió las puertas de esa especie de casa –museo donde viven Carlitos y Santiago Di Pace, dos verdaderos pedazos de historia del surf pampeano.
La verborragia hiperquinética del Aguja contrasta con la calma de Carlitos, mientras uno dispara conceptos y trae a la mesa temas diversos, el otro va hurgando en sus archivos antes de dar con la respuesta indicada. Más atrás la figura de Marinucci se desplaza en silencio en busca de luces y ángulos dignos de publicación.
Una típica relación de hermanos forjada en el mar y entre las paredes de la típica casona de la Mar del Plata bien del siglo pasado, actual base de operaciones de la dupla en cuestión. Si uno es de River el otro es de Boca, si uno habla mucho el otro habla poco, si uno tiene un fantástico quiver de tablas hawaianas el otro tiene un arsenal de tablas brasileras. Esto último, el más afortunado en materia de tablas lo utiliza como un verdadero puñal a la hora de la chicana humorística. Dos antagonistas unidos por los lazos sanguíneos y por el llamado del mar.
-“Buen día…Carlitos se fue a dar una clase de Kite”, dispara el famoso Aguja mientras intenta hacer callar una de sus perras, canes que según su propio relato tienen cansada a una vecina alemana que todavía no entiende que los perros ladran para que algunas señoras aburridas de su rutina se dediquen a juntar firmas por el barrio. A los pocos minutos, el sonido de la Ford roja de Carlitos corta la conversación, después de los saludos de rigor y con el místico Té sudafricano de Marinucci comienza la charla, como no podía ser de otra manera el Aguja es el encargado de llevar la voz cantante.
“Estoy juntando todas las revista donde salí, tengo de Brasil, Perú, Chile, Italia, Inglaterra, Francia, Estados Unidos, Portugal y Japón…La japonesa no la pude copar, y en Australia me comentaron que salí en la Surfing Life”, dispara el mayor de los hermanos mientras toma los primeros sorbos de té.
El Aguja en una charla de té y revistas.
¿Cuáles son los planes para este año?
Este año voy a ir a Chile y a Perú como todos los años, quería ir a Indonesia pero me puse a sacar números y con lo que hago un viaje a Indo me hago cinco a Perú…Lamentablemente no tengo ningún sponsor que me pague los viajes, así que me conformo con hacer viajes baratos, además no fue un verano para recaudar plata.
¿Cómo viviste la preselección para el Billabong XXL de este año?
Este año estuve en la preselección del Billabong XXL, estaba en la categoría “Ride of the Year” pero a punto de cerrar el concurso entró un swell en Tahití que fue animal, hay una ola de Raimana Van Bastolaer que es tremenda, también una de “Twiggy” Baker (ganador de la categoría), de Ramón Navarro y una de Shane Dorian…La verdad que los jueces van a tener un gran trabajo, se me ocurre que van a tener una indecisión tremenda porque son olas muy buenas. Creo que a la hora de decidir van a pesar los riders de Billabong, quizás eso incline la balanza. Para mí haber participado ya es un logro, más para un surfista de Argentina que estamos en el culo del mundo.
¿Considerás que esto te puede abrir alguna puerta con alguna marca de afuera?
Lo veo difícil, de momento se puede pensar que sí y de momento que no, creo que me faltó ir a campeonatos de ola grande. Por ejemplo el de Mavericks, ir y estar ahí como hizo “Twiggy” Baker que fue a ver qué onda y terminó corriendo y ganando, o hablar con Gary Linden y decirle que me gustan las olas grandes y ver si me deja participar en Todos Santos… Creo que me faltó eso para meterme en ese círculo. Es cuestión de ir y estar ahí, yo no fui ni estoy ahí. Y no voy por el tema de siempre, los pasajes son caros y acá en Argentina las marcas no apoyan a sus atletas de manera adecuada, te dan una mano pero no más que eso.
¿A la hora de negociar, pesa el hecho que seas un big rider o para las marcas sos uno más que surfea?
Creo que soy uno más, no le dan mucha bola porque acá no hay olas grandes, entonces le dan más bola al que surfea olas chiquitas. Si me hubiese ido a vivir a los 20 años a Brasil la cosa hubiese sido distinta, en esa época estaba viviendo en Hawaii y salí en doble página en la Surfer Magazine y en varias revistas brasileñas. En Brasil tampoco hay olas grandes, pero las marcas tienen otra mentalidad, Carlos Burle es un claro ejemplo de cómo la industria local apoyó a estos riders de ola grande. Creo que si me hubiese ido a Brasil hoy la historia sería diferente, me hubiese ido mucho mejor.
El Aguja en su casa.
¿Te arrepentís de haberte quedado en Mar del Plata?
No porque acá está mi familia y tengo todo, ya no hay tiempo para el arrepentimiento is too late (risas).
El “Cuentahistorias” en su casa.
¿Sentís que se revalorizó el surf latino en olas grandes gracias a tipos como Ramón Navarro y Gabriel Villarán?
No sé si será tan así, tanto no lo siento así. Ojalá sea así y se abra una puerta para nosotros. Yo por ejemplo tengo muchos años más como big rider, pensá que Mike Parsons, Skin “Dog” Collins, Carlos Burle y Peter Mel son tipos de cuarenta para arriba que corren olas grandes. Creo que ahora que está Carlitos acá nos organizamos podríamos ir a competir en los campeonatos de ola grande, pero para eso deberíamos contar con el apoyo de la Asociación de Surf Argentina, creo que deberían apoyarnos a los big riders para que podamos meternos en las fechas del circuito mundial de ola grande.
Volviendo al tema, creo que recién ahora con la ola que agarró Ramón Navarro en el Eddie se establece un antes y un después gracias a que un latino se destacó en un clásico como es el Memorial Eddie Aikau, después Villarán también hizo lo suyo en el Todos Santos.
¿Hay un plan inmediato para ejecutar con Carlitos?
Nos gustaría ir al campeonato de Pico Alto (Perú), creo que sería bueno porque tenemos conocidos y no sería tan difícil poder llegar. Hace unos años competí en un evento en Chile donde estuvieron muchos de los que ahora son los nuevos nombres del surfing de ola grande, yo terminé quinto en ese campeonato…El tema siempre es el mismo, la falta de dinero y apoyo, no se puede ir lejos con poca plata. No me quejo, soy feliz yendo a Perú y a Chile.
AGUJA ABORDO
La salida del secundario para un pibe de 17 o 18 años puede presentar dos caminos, la entrada a la universidad o condenarse a la monotonía de un trabajo con horarios y responsabilidades. Si el egresado es surfista esto se complica, si los deseos son surfear y viajar la cosa se complica, tanto para el trabajo como para el estudio. De aquellos años el Aguja recuerda cómo llegó a convertirse en una especie de Popeye vernáculo.
“Llegué a embarcarme porque mi mamá tiene un hermano que es capitán, y entonces ella quería que yo labure… Y bueno, me embarqué, estuve embarcado 63 días sin ningún beneficio por ser el sobrino del capitán, encima en ese viaje hubo poco pescado y me acuerdo que me quedé tan caliente que decidí hacer otro viaje. En el segundo estuve 46 días embarcado y ahí me fue bien, con esa plata me fui un año a Hawaii, cambié 109 días embarcado por un año en Hawaii. Lo que más recuerdo del segundo viaje fue que ingresamos a pescar en la zona de exclusión en las Malvinas y un barco de guerra inglés junto con un helicóptero nos sacó, me acuerdo que tenía el helicóptero a una distancia de 20 metros y le hice el Fuck You… Todavía me acuerdo de la cara del chabón cuando me vio, una linda anécdota. Recién terminaba el secundario, allá por el 89, recién llegaba de un viaje que habíamos hecho a Pichilemu en un Falcon. Después de esos dos viajes me acuerdo que saqué la libreta de embarque pero nunca llegué a estrenarla (risas), me di cuenta que no era lo mío”.
¿Cómo resumirías los últimos diez años del surf acá en Argentina?
Tuvo años buenos, gané muy buena plata. Estaba en Indonesia y retiraba U$S 1.000,00 del cajero y era millonario, con eso me recorría todo. Eran los tiempos del uno a uno, era campeón argentino y viajaba mucho, a Sudáfrica fui como siete veces, a Bali cinco veces, recorrí Europa, después me tuve que contentar con viajar cerquita. Gracias a Dios tenemos Chile acá nomás, que siempre nos dio muchas alegrías, desde que empecé a ir a Arica todo cambió, empecé a surfear El Buey, que es una ola parecida a Hawaii pero sin crowd. Quedé impresionado con la ola y con el lugar, después empezaron a ir los hawaianos y después saltó a la fama con la llegada del CT. Ahí me di cuenta que la ola del Gringo claramente tenía calidad internacional, parecida a Pipeline, te diría más peligrosa porque tiene fondo de piedra, Pipe tiene fondo de coral pero termina en arena, El Gringo termina sobre piedras.
Sin repetir y sin soplar de izquierda a derecha: Carlitos, el que pregunta y después escribe y Santiago “Aguja” Di Pace.
Mientras apura uno de los últimos sorbos de té, en el patio de la casa Carlitos y Marinucci se encargan de llevar adelante un simpático número con el “Coro estable de canes aulladores”, surfista y fotógrafo marcan el ritmo mientras los perros aúllan en un tono agudo y persistente, sonido que seguramente multiplicará las firmas recolectadas por la vecina alemana. Mientras me río del espectáculo, el Aguja sigue con su relato el cual tiene un remate que supera en comicidad a la sinfonía perruna. “El Gringo me dio muy buenos recuerdos, muchos tubos, bajadas muy grandes y también muchos sustos…Pero en Perú fue donde me llevé el susto más grande, me acuerdo que en Cabo Blanco no llegué a clavarme pero la explosión de la ola me llevó de cara contra la arena, salí inconsciente del agua…Salí de Cabo Blanco y no me acordaba dónde estaba, con quien había ido, sí me acordaba como me llamaba pero del resto nada. Me acuerdo que recién a las dos de la mañana me pude sacar el último granito de arena del ojo, fue como un sueño, después hablando con otro que se había pegado un golpe parecido me contó que una semana antes del palo se había casado, y en ese estado de inconsciencia no se acordaba ni con quien se había casado, es más, ni se acordaba que se había casado. Ahí me di cuenta lo que es estar inconsciente, me metí con marea baja y Cabo Blanco me la dio (risas)”.
EL CHE CARLITOS DE ENTRECASA
Carlitos es todo lo contrario del filoso Aguja, tranquilo y reposado nos recibe en la mesa del patio mientras recorre fotos de la Che Carlitos Expedición, travesía que lo mantuvo seis meses en la ruta surfeando, conociendo y acumulando millas. Antes de poner primera en su Ford, Carlitos pasó tres años en suelo hawaiano: “Arranqué en junio (2009), de Hawaii a San Diego, ahí estuve un mes de shopping y arranqué entre el 5 y el 10 de julio. En un principio pensé que la travesía llevaría dos meses, pero me llevó medio año. La parte más dura fue la de México, es muy largo y hay que estar a toda hora con el scanner prendido por el tema de los bandidos, militares, aduana, coimas…De todo, asaltos, lomas de burro…Tenés que conducir siempre de día, hasta Guadalajara fue la parte más larga, le metíamos 16 horas de manejo.
Carlitos a la altura de las circunstancias.
¿Cuánto tiempo te llevó planear este viaje?
Fue algo reciente, me quería mudar y qué mejor que hacerlo conduciendo y conociendo muchos países. Había estado tres años seguidos en Hawaii, me dediqué a surfear y a trabajar en la construcción, jardinería…Me ganaba la vida.
Carlitos y un mate que recorrió casi toda Latinoamérica.
Home sweet home.
¿Y ahora en Argentina cuál es el plan?
Darle marcha a la escuela, a lo que hago yo que es enseñar Surf y Kite. Mar del Plata es una ciudad bastante activa, que se presta para hacer de todo, mucho cambio de clima, viento, podés hacer Kite, SUP, longboardear, surfear…Jugás con la costa, te encontrás con 45 kilómetros de costa y hay muchas puntas, es bien variable.
Carlitos en su sala de máquinas.
Variedad y cantidad en la sala de máquinas de Carlitos.
Free as a bird, Carlitos en un pasaje de su travesía.
¿Cómo viste el nivel de los argentinos?
En enero vi mucha gente, en el agua noté un buen nivel de los Open, pero después no he visto nada que me haya llamado la atención. Sí me sorprendieron los hermanos Muniz, se nota que vienen rápido”, mientras Carlitos intenta redondear el concepto, el Aguja interrumpe con un dato relevante: “Acá tenés (mientras toca el hombro de su hermano menor) el único surfista de Argentina que en un mismo año salió campeón argentino en Junior y Open, algo inimaginable hoy en día”. Mientras apruebo el comentario del casi cuarentañero Aguja, él se encarga de hacer futurología: “Creo que si no se hubiese lesionado Santiago Muniz seguramente hubiese estado en condiciones de pelear por los dos títulos. Igual hay un semillero interesando hoy en Argentina, Felipe Suárez, Juan Satti y esos chicos que si los trabajan bien pueden llegar lejos, lo importante es que ni bien terminen el colegio empiecen a viajar. La historia es la misma, mientras estás en el colegio mucho no podés progresar, el crecimiento se da entre los 17 y los 18…Imagináte si a Felipito Suárez lo llevás dos meses a Perú”.
¿Quién es Felipito Suárez?- pregunta Carlitos, a lo que Marinucci responde con mayores precisiones. Mientras Carlitos sigue mostrando las fotos de la “Che Carlitos Expedición” en su netbook, el Aguja va y viene sacando las tablas para la foto con el Quiver, pero quedarse callado le resulta difícil y se encarga de tapar los baches de Carlitos: “ Pero muy bien Martín Passeri que les ganó a todos en Perú, no es lo mismo ganar en Máncora que en Panamá o Puertecillo, Perú es un lugar de surf y haberle ganado a las promesas como Cristóbal de Col o Miguel Tudela tiene mucho mérito. La verdad que cuando todos pensaban que se estaba viniendo abajo el loco demostró, estaba surfeando bien, en el ALAS de Mar del Plata estaba muy bien hasta que el venezolano Chacón sacó ese aéreo…Pero muy bien porque Máncora es una ola perfecta, y además se sacó el clavo con Rodríguez (Marcelo), cuando todos empezaron a decir que lo había superado, el tipo demostró que está surfeando muy bien”.
En algún lugar de la extensa Latinoamérica.
Carlitos sigue con su repaso fotográfico y el Aguja va y viene llevando tablas, se asegura con Marinucci una buena foto con todas sus tablas. “Nunca tuve tantas tablas”, sentencia el Aguja.
¿Quién empezó a surfear primero?
“Santiago”, dispara Carlitos y después se encarga de aclarar que a los pocos días él también fue para el agua. “La primera tabla la compramos en el 79, una que decía Hawaii… Me acuerdo que Calalo Napp nos recomendó ir a lo de Nino (Antífora) y ahí nos compramos esa de una quilla, la llevábamos entre los dos y el padre de los Galindo siempre nos llevaba a surfear, el Torreón era nuestro lugar. En el 82 corí mi primer campeonato en el Torreón y me pegué el primer tubo de mi vida en una piedra que se llamaba el Pan de Azúcar, ese campeonato lo ganó Horacio Ipucha. Un día antes de ese campeonato me acuerdo que habían alquilado un colectivo y salimos a buscar olas todos los mejores surfistas de esa época.Llegamos a Miramar, estaba gigante y reboté, bah…No quise entrar, pasé dos espumas y después para afuera. Tenía doce años y andaba con toda esa banda en ese colectivo, imagináte como sería la gente que iba dentro del colectivo”, rememora el Aguja.
El anecdotario del Aguja es por demás frondoso, se hace imposible retomar la charla con Carlitos, en parte porque el hermano menor no interrumpe al mayor, y en gran medida porque los dotes de narrador de historias de Santiago invitan a seguir escuchando con atención viejas historias de los primeros viajes en colectivo. “Otro viaje que recuerdo en micro es el primer viaje que hice a Perú a los 16 años, me acuerdo que iba en el cole escuchando “Exile on main Street” (The Rolling Stones – 1972) y flasheaba con las olas del Pacífico al norte de Santiago, llegué a Perú el 31 de diciembre del 86 solo, llegué a Señoritas que estaba lleno de aguavivas y de repente encuentro a un loco que estaba durmiendo y tapado con la tabla, ese fue mi primer amigo peruano, el “loco” Larry. Ya ahí le decían el loco, imagináte…Después lo encontré en Costa Rica y había pirado en serio, estaba re loco el “Loco” Larry, ese fue mi primer amigo peruano…Que locura tenía, me acuerdo que todos los peruanos te inculcaban el odio hacia los brasileros, y entonces vamos un a día surfear y de repente el point se llenó de brazucas, cuando salimos para demostrar mi compromiso con los peruanos agarré una piedra y reventé el vidrio de un auto de los brasileros…¡Para qué! El loco Larry empezó a los gritos: “Que hiciste cheeeeeeeeeeee, la cagaste”, después terminé amigo del brasilero dueño del auto, me lo encontraba en todos lados, hasta en Hawaii me lo encontré y un día me preguntó si yo le había roto el vidrio del auto, por supuesto que le dije que estaba loco. Esa es una de las grandes imágenes que tengo de los primeros viajes, épocas muy divertidas”.
Las historias siguen entre carcajadas en la mesa del patio, algunas se pueden contar y otras quedarán por siempre en mi archivo personal de audios, de las primeras rescato otra contada con mucha gracia por el Aguja.
“En los años que corríamos en La Popular me acuerdo que había un viejo que vendía café o pochoclos, no me acuerdo muy bien, pero la cuestión es que un día me encara este viejo y me dice que tenía un traje de alguien que se lo había olvidado, se lo compré por poca guita, me lo llevé a Brasil y allá puse guita arriba y lo cambié por una Hot Stick de cuatro quillas buenasa. Resultó que el traje era del Alejo Abramidis, después me hice re amigo de Alejo y le terminé contando…Me acuerdo que se cagaba de risa cuando le conté…Pero esa de olvidarse el traje es la clásica, éste (señalando a Carlitos) ayer se olvidó un traje, ojalá que alguien lo encuentre y le saqué provecho. Después hay otra historia de trajes con un personaje más actual de La Perla que no la podés publicar, igual te la cuento…
Después de la ametralladora de anécdotas del “Inoxidable”, Marinucci se encarga de tenerlo entretenido con la sesión de fotos. Carlitos retoma su relato pausado y memorioso, de su trip rescata las olas corridas en Nicaragua, Popoyo y un Outer Reef del lugar se llevan los mejores recuerdos del trip.
El Aguja y su quiver Marbella.
“El viaje se dividió en dos, cuando vendí el camper en Costa Rica me desprendí de lo que fue mi casa durante varios meses, de ahí en adelante el viaje siguió en Hostels…Fue una gran experiencia, el trip terminó en el sur de Chile donde pasó todo este desastre, quiero volver pero cuando la gente esté con mejor vibra, fue muy fuerte lo que pasó, tengo muchos amigos que sufrieron el terremoto…De todas maneras voy a volver”.
¿Qué cosas te dio el surfing?
De todo, conocer lugares y otras culturas, dinero en su momento… Me hizo viajar mucho y me mantuvo siempre en contacto con la naturaleza, de no haber sido surfista no hubiese hecho tanto viaje. Creo que de no haber sido surfista hubiese sido futbolero, me gusta jugarlo…Igual ando en todo, el Kitesurfing es muy bueno, también el Snowboard que es mi segundo deporte…Si no es agua es nieve, el tema es deslizarse.
Apago el grabador, la sesión de fotos avanza en disparos y lo mejor está por venir…Carlitos que fue el más callado dispara con precisión de arquero una flechazo que hiere a su hermano al criticar su “Quiver” de tablas cortitas y encima brasileras…Las carcajadas de Marinucci y mías no se hacen esperar, al tiempo que Carlitos saca su arsenal compuesto por tablas John Carper, Al Merrick y Kazuma entre otras perlas.
La respuesta de Carlitos a la foto del Aguja.
El viento del mediodía marca el final de una extensa mañana de trabajo, atrás quedan el Aguja y Carlitos vestidos cada uno con la camiseta de River y Boca, dos antinomias con lazos sanguíneos. Dos tipos auténticos que seguirán viviendo sus días en busca de olas, así lo indica el guión de la película que ellos mismo dirigen y en donde hacen de Aguja y Santiago, el mejor papel que cada uno puede interpretar.