Por Sebastián Chacón
Presentado por Honu Beach
Ramón Navarro vino de abajo. Se creó un presente gracias a imaginar un futuro durante un pasado donde lo único que sobraba era entusiasmo, herramienta indispensable para moldear un mundo al cual llegaría surfeando, no sin antes desterrar la palabra miedo de su vocabulario.
Desde su Punta de Lobos natal, fue de menos a más hasta convertirse en un hábil torero de búfalos marinos. El viaje tuvo de todo. Hijo de pescador, cocinando empanadas en Hawaii para financiarse la estadía en épocas de vacas flacas, entendió que su nivel de surf estaba por debajo de la elite y que debía enfocarse en Waimea y en ese puñado de olas que los especialistas solían murmurar con particular recelo. Su patio trasero le ofreció el mejor escenario para templar su carácter y llamar la atención del mundo.
Su compromiso fue mucho más allá del surf, como verdadero hombre del mar entendió que los intereses de quienes pergeñan obras en la tierra, muchas veces atentan contra todo eso que vive y anida en el mar. Alzar su voz junto a otros colegas, fue un reflejo que lo llevó a convertirse en un referente de distintas causas ambientalistas. La gesta para preservar Punta de Lobos y su posterior confirmación en Reserva Mundial de Surf (16/11/2017), aparecen entre sus más respetadas credenciales.
Acompañando a su hijo Inti en el segundo Campeonato Sudamericano Junior, Ramón pudo disfrutar de unos cuántos días de olas en Mar del Plata, especialmente en Honu, lugar donde nos sentamos a charlar sobre causas urgentes, el surf, la vida, los hijos y todo eso que le pasa cuando los reportes anuncian la llegada de una buena marejada.
¿En qué momento sentís qué te convertiste en un activista medioambiental?
No sé si hubo un momento, yo creo que hubo casi un accidente. El primer tema medioambiental en el que me involucré fue en el años 2001 en Pichilemu, iban a crear un emisario submarino, donde iban a tirar todos los desperdicios en La Puntilla, que es una de las olas icónicas que tenemos. Toda la comunidad se unió y empezó a ir en contra de este proyecto. Cuando hablo de toda la comunidad me refiero a todos los pescadores, el comercio, el turismo y obviamente los surfistas.
En esos años ya me estaba empezando a ir bien como surfista, había ganado unos Ceremoniales y unos campeonatos nacionales, entonces me pusieron al mando como uno de las cabezas de la parte de surf. El tema es que el proyecto se detuvo porque los ingenieros, por aquellos años no veían cómo era el movimiento de los fondos de arena, que para nosotros como surfistas es algo muy básico, y para ellos en sus estudios no aparecían. Según ellos, si ponían un caño en línea recta tirando los desechos, el fondo nunca cambiaba. Nosotros como surfistas los teníamos más que claro, y en mi presentación de ese día lo hablamos. Le hicimos saber que estaban equivocados, porque los bancos de arena cambian todo el tiempo, les mostramos fotos de archivo de distintos años, donde particularmente en esa zona de Chile los bancos varían entre 100 y 50 metros, 20 metros en un año o 6 meses después de una tormenta. Esa fue una de las causas que detuvo este proyecto, y por supuesto que para nosotros fue una gran victoria, especialmente porque el proyecto ya estaba aprobado y a punto de empezar.
Ahí se me abrió una visión de decir… Guau, de verdad tenemos nosotros un poder como surfistas y como comunidad para defender cosas que queremos. Yo creo que nunca me vi en la postura de ser un medioambientalista, no me considero, tengo mucho que aprender en temas medioambientales todavía. Utilizo mi rol como deportista porque la gente me escucha tratar de defender causas medioambientalistas, pero la verdad que mi trabajo, a lo que me dedico es a surfear y nada más que eso.
¿Qué tan importante fue consolidar el concepto de comunidad para defender este tipo de cuestiones?
Es muy importante, yo creo que para esa causa fue clave. De verdad nos dimos cuenta que muchos grupos de la comunidad teníamos la misma pasión y a todos nos afectaba, que era la pasión por el mar. Por aquellos años, Pichilemu todavía era un pueblo de pescadores y que vivía 100% del turismo. Todos hablábamos el mismo lenguaje, los pescadores, comerciantes, surfistas, cámara de turismo y cada uno de los que vivíamos ahí, sabíamos que si nos contaminaban la playa, nos contaminaban, de verdad, nuestra fuente de ingreso a todos.
Fue clave tener una unión como comunidad para ese proyecto específico. Después con el tema de Punta Lobos cambió mucho, pero por un mal entendido.
¿Qué nos dirías a los marplatenses que estamos a punto de empezar a convivir con la extracción de petróleo muy cerca de nuestras costas?
Es muy difícil venir de otro país a dar ejemplos de cómo lo hicimos allá, porque la gente no lo escucha. Cuando estábamos en Pichilemu en plenos proyectos medioambientales y nos llegaban ejemplos gringos y de Australia, automáticamente salían comentarios al estilo: Los gringos funcionan de esta manera, los australianos funcionan de tal manera.
Pero si yo tuviera que hablarle como ejemplo a la comunidad de Mar del Plata, les diría que miren el ejemplo de Ushuaia. Una comunidad unida, entendiendo que su comunidad vive del turismo y el 100% del turismo es la parte más gruesa de sus ingresos. Ellos fueron capaces de detener la industria salmonera, que iba a entrar en los fiordos y en el Canal de Beagle.
Como chileno no puedo decirte, esto funciona así. Pero sí puedo decirte como chileno que estuve participando en el proceso de protección del Beagle, y toda la comunidad de Ushuaia estaba toda unida para sacar las salmoneras. Y la verdad que lo que ellos ganaron fue algo histórico a nivel mundial, porque lucharon contra un gigante como es la industria del salmón, sobre todo los noruegos que son los más grandes a nivel mundial en el tema salmonero. La comunidad entendió que si a ellos le contaminaban sus playas y acababan con sus recursos turísticos, era pan para hoy por los puestos de trabajo que iban a dar, pero hambre para mañana por la contaminación que iban a crear. Porque en el lado de Chile, la contaminación ya la han visto.
Hoy podés buscar cuáles son los efectos negativos de la industria del petróleo para las costas, cualquier explosión en las plantas o derrame, les va a llegar a las playas y por lo que veo, el tremendo potencial y la infraestructura que tienen en todo el borde costero, es para el turismo. Y sin turismo, obvio que sus números les van a bajar.
¿Cómo ves el compromiso de las nuevas generaciones con el tema medioambiente?
Yo creo que hay un cambio gigante, porque ellos hoy tienen las herramientas y también tienen el ejemplo. Yo jamás en mi vida, en mis 43 años, cuando empecé con el primer tema medioambiental, nunca tuve idea que se podría ganar una causa medioambiental. Nunca tuve idea que si llegaba una gran compañía que para hacer un proyecto que este podría a ser dañino para el medioambiente, primero que nada, no sabía que era dañar el medioambiente. Nadie preguntaba, porque nadie se animaba por la situación política de Chile, ahí estábamos en una situación muy parecida con Argentina. En esos años, en nuestra infancia, en Chile y Argentina, no podías hacerte muchas preguntas, ni mucho menos pensar que podías ir a reclamar.
Nosotros vivimos en Chile todo el tema de las salmoneras desde los 80’s donde nadie dijo nada sobre el tema. Una por la ignorancia, porque no se sabía nada de qué se trataba, porque obviamente se vendía el tema de generar impuestos, generar puestos de trabajo, y otra porque no tenías derecho a hablar. Porque si hablabas te ibas a meter en problemas. Entonces hoy en día la nueva generación tiene las herramientas digitales con las que te puedes dar cuenta de cómo y donde puedes ayudar y adónde acudir. También tienen el ejemplo de cómo lo han hecho, en mi caso yo, o miles de causas medioambientales que son ganadas hoy en día, entonces sí hay un gran cambio. Sí veo ese cambio en las nuevas generaciones.
Hoy en día todo el tema de las bolsas plásticas, de las botellas plásticas de un solo uso, se trata. Se habla de eso, antes no se hablaba de eso. No era un tema. Yo crecí sin hablar con mis padres de temas de medioambiente. Era una cosa que estaba ahí y que nunca se iba a acabar, se creía que los recursos eran ilimitados.
Si bien la tecnología es de gran ayuda, en ciertos aspectos nos ha anulado ciertas habilidades. ¿En qué sentido que consideras que la tecnología se vuelve nociva?
En la conexión con la naturaleza, 100%. Yo creo que en las nuevas generaciones se ve que empiezan a perder esta pasión por el aire libre, por la conexión con los deportes, con todo lo que tiene que ver con hacer cosas fuera de la casa. Se empieza a creer este nuevo mundo donde se cree que la vida está dentro de un cubículo frente a la tele o frente a una pantalla. Yo creo que todos caemos en algún momento en eso, yo también soy parte de eso. A veces no me doy cuenta que me he pasado una hora pegado al teléfono viendo cosas que no me aportan mucho.
Obviamente, tiene una gran plataforma de ayuda, pero también tiene otra gran plataforma para adormecer a la gente. Creo que hay una gran parte de las nuevas generaciones que están adormecidas con estas nuevas tecnologías.
Me considero afortunado de tener una pasión desde muy pequeño, que es por el mar y sé que no estaría todo un día frente a una pantalla, porque si es un buen día para ir a surfear, a pescar, a bucear o a trotar, porque mi cuerpo necesita el deporte y creo que nuestra responsabilidad con nuestros hijos es enseñarle una pasión con el deporte, con el medio ambiente, para mantenerlos bien al límite de todo esto.
Yo lo veo casi como una droga, creo que es la parte más perjudicial que tiene hoy en día la tecnología.
¿Qué impresión te llevas de Honu y la escena nacional?
Son un sueño las instalaciones que aquí tienen. Nosotros en Chile no tenemos nada parecido, estamos a años luz de tener unas instalaciones como las que ustedes tienen acá en Honu. No sé si he tenido mucha suerte, porque desde el día que llegué las olas han estado bien buenas y surfeables, el agua está calentita, increíble. Las instalaciones de gimnasio, de piscina, de tener una torre para hacer eventos… Realmente me llama mucho la atención, llevo 5 días y han habido aquí tres campeonatos de surf. Hay una comunidad de surf muy activa y muy unida. Nosotros el año pasado no hemos tenido ni campeonatos nacionales, de verdad me provoca una sana envidia, con las olas que tienen, y esto sin menospreciar, pero de verdad de baja calidad en comparación con las que tenemos allá, y eso se nota en la pasión, en la garra, en el equipo, en las nuevas generaciones como están surfeando. Obviamente, la infraestructura que tienen acá ayuda mucho a eso.
También he notado que la playa siempre está limpia, he salido a trotar por la mañana bien temprano y siempre la encontré limpia. He notado que tienen espacio para reciclar.
¿Te quedan grandes olas por descubrir?
Hay lugares todavía. Enfoqué mi carrera en Hawaii y Chile y dejé de ir a lugares a los que me encantaría ir a surfear. Nunca he surfeado en Tahití, nunca pude surfear Chopo, y es una ola que siendo goofy siempre le he tenido ganas y por esas cosas nunca he podido ir. En los últimos años he estado haciendo cada vez más expediciones al sur de Chile y me doy cuenta que hay un potencial tremendo, pero al mismo tiempo es de muy difícil acceso, entonces quiero seguir explorando, seguir buscando olas. Ya estoy en una etapa mucho más tranquila de mi carrera, alejado más de las competencias y todo el ambiente, tengo más libertad para viajar y estar disponible donde haya marejadas buenas. Pero en verdad no me cierro a nada y donde haya buenas olas, izquierdas, con tubo, voy a tratar de seguir estando allí.
¿Cuándo fue la última vez que sentiste miedo dentro del agua?
Creo que fue hace dos años, una marejada que veníamos surfeando en Punta de Lobos que estuvo un día grande, el segundo día sólido y al tercer día todavía en la mañana quedaban olas, no estaba grande, tres o cuatro metros, y alguna que otra. Venía de surfear mucho, estaba reventado, pero después de eso venia un flat prolongado, entonces me metí a surfear tipo siete de la mañana, salieron unas olitas, buenos tubos ahí detrás de los morros. Me agarré la primera ola, caí mal y se me salió el hombro. Ese día como no estaba grande el mar, no usé mi chaleco de impacto y el dolor que tuve fue gigante y no podía nadar. Me cayeron como quince olas encima antes de poder llegar a la orilla y de verdad ahí sentí miedo porque no podía nadar. Trataba de nadar y me dolía tanto el hombro que tenía que agarrarme el brazo y no podía flotar, apenas podía sacar la cabeza para respirar y ahí sí que me asusté.
Creo que es una de las pocas veces que de verdad me sentí incómodo en el mar, fue una situación que se fue de mi control. Porque la mayoría de las veces que he pasado situaciones incómodas que están fuera de control, sabes que ya va a pasar. Una vez en un revolcón me rompí la rodilla, pero sé que sigo aguantando mi apnea y si trato de estar tranquilo voy a salir y habrá una moto de rescate y voy a salir. O en el peor de los casos cuando me han caído series gigantes en la cabeza, es lo mismo, sé que me voy con el labio y en algún momento voy a salir. Esto estaba totalmente fuera de control porque nadie me veía, era muy temprano en la mañana, no había moto de agua, nadie me podía ir a sacar, entonces fue una de las situaciones más incómodas en las que he estado.
A mí no me gusta hablar de la palabra miedo, creo que el miedo es el nombre que nosotros los humanos le ponemos a una serie de sensaciones de inseguridad. Cuando nos sentimos inseguros o fuera de control, nosotros lo llamamos miedo, yo creo que el concepto lo tengo cambiado y trato de vivirlo de esa manera.
Ok, pero en realidad los cultores de las olas grandes tienen la aguja del “miedometro” bastante corrida. ¿Es así?
Trato de no usar la palabra miedo. A los 17 años, después de haber ido a Hawaii me di cuenta que mi nivel de surf para querer ser profesional no era tan bueno y me empezó a entrar este bichito de las olas grandes y empecé a trabajar con un psicólogo deportivo a los 18 años. Recuerdo que el tipo me preguntó adónde quería llegar, le respondí que quería ser uno de los mejores en ola grande y empezar a ganar campeonatos de ola grande y todas esas cosas. ¿Y por qué no lo haces? Me volvió a preguntar. Mi respuesta fue: No sé, a veces remo una ola, miro para abajo y me da miedo. Perfecto, tenemos el tema resuelto, me dijo.
Anotó un par de cosas y ahí empezamos a trabajar este tema. Me dijo esta frase que me quedó grabada para siempre: El miedo es la respuesta de tu cuerpo a situaciones desconocidas, a situaciones que no has enfrentado y por ende tienes inseguridad a eso. Ahora, nosotros los humanos le ponemos miedo, pero en realidad es inseguridad.
Si le tienes miedo a lo oscuro, es porque lo desconoces, no sabes lo que puede pasar. Entonces empiezas a entrenar desde muy pequeño en visualizar lo que podría llegar a pasar, cuál sería el mejor escenario, cuál sería el peor escenario… Y al final me di cuenta de eso, que si tenía una buena preparación física y mental, lo peor que te puede pasar es que te falte aire para respirar. Si tu mente está tranquila y puedes controlar tu apnea, es muy difícil que te pase algo. Y después las cosas que no puedes controlar es que te pegues con el fondo, con la tabla y ahí ya no hay mucho para hacer.
¿Cómo afectó esa percepción al ser padre, sabiendo que ya hay alguien más que depende de vos?
Cuando yo iba a ser padre (Inti nació en marzo), el 8 de diciembre del 2009 fue el Eddie, yo quedé quinto y fue uno de los días más lindos de toda mi vida. En esa temporada en Hawaii me hice muy amigo de Sion Milosky, una de las leyendas de ola grande, y hasta ese momento venía siendo como una de los más bravos que venía de Hawaii en ola grande. Recuerdo que compartimos mucho en diciembre, de hecho pasamos Navidad juntos con su familia, él tenía, tiene dos hijas, en ese tiempo tendrían cuatro y cinco años, y en febrero Sion murió en Mavericks.
Creo que fue uno de los shocks más grandes que sufrimos todos los que veníamos empujando en el mundo de las olas grandes, de verdad éramos una comunidad súper unida en ese tiempo, pero no le dábamos mucha importancia a las medidas de seguridad. Nadie usaba chaleco salvavidas, nadie usaba chaleco de impacto, no existían los chalecos de aire, éramos todos bravos, te alejabas de la moto de agua porque tenías que remar y las motos para nosotros prácticamente no tenían que estar en el mar. Hasta que pasó eso de Sion y fue una patada en la guata terrible, obviamente mucha pena porque perdimos un amigo pero me acordé que tenía dos hijas enanas, que la señora quedó sola y yo iba a ser papá en marzo. Creo que esa fue la primera vez que pensé que iba a dejar de surfear olas grandes, me había dicho que en verdad estaba ese riesgo, no sé si podría seguir haciéndolo pensando que podría pasar algo así.
Ahí fue cuando empezamos a usar chaleco de impacto… Y de verdad yo pensaba que no iba a surfear nunca más olas grandes. Hasta que entró la primera marejada grande en Punta de Lobos, no me pude aguantar y me di cuenta que es una pasión que va más allá de lo que mi mente piense. Todo eso que pensaba se fue cuando agarré la primera ola, me di cuenta que amo lo que hago, desde ese día empecé a hacerlo con mayor seguridad.
¿Qué le dirías al Ramón de 17 años?
¡Qué buena pregunta, nunca me la habían hecho! Guau, le diría que disfrutara más cada momento. Porque fue de lo más lindo que me ha pasado en la vida, y yo creo que era tanto el hambre, las ganas y la ansiedad de poder triunfar y poder llegar algún día a cumplir los sueños que no sé si habré disfrutado tanto del día a día del proceso, sino que más lo he sufrido. Era súper triste en esos años no tener una tabla, no tener una buena tabla. Empezar a surfear con tablas partidas, arregladas dos o tres veces. Llegar a Hawaii sin un duro, comiendo arroz pelado y una palta que sacaba de un árbol por ahí. Yo creo que esa etapa la sufrí más de lo que la disfruté, si bien tenía momentos increíbles cuando te agarrabas esas tremendas olas, pero cuando llegabas al supermercado y tenías dos dólares, tenías que agarrar algo y comértelo adentro sino te morías de hambre. Entonces, si tendría que decirle algo a ese Ramón, le diría que disfrute cada momento porque el esfuerzo vale la pena.