“Ayer a la noche y esta mañana, cuando me levanté, me imaginé una y otra vez cómo sería esta experiencia. La verdad es que estaba nervioso, porque ésto no es lo mío. Pensá que tenía que meterme al mar con un profesional de un deporte que yo sólo practico como amateur…”. El momento (y el nerviosismo) ya pasó y ahora Daniel Orsanic está tranquilo, feliz, mientras repasa la hermosa vivencia que acaba de tener en la playa del sur marplatense y que la saca una sonrisa casi tan grande como aquella después de ganar la Copa Davis a fin de noviembre. “El surf es mi segundo deporte. Siempre me gustó, admiro a los surfistas y puedo quedarme horas viendo videos. Yo lo practico hace años, pero he mejorado poco (se ríe) y estar en el agua con un profesional como él fue un lujo, un privilegio que no voy a olvidar nunca”, dice el capitán del seleccionado de tenis. Cuando habla de él, Daniel se refiere a Santiago Muñiz, el mejor surfista argentino que viene de terminar su mejor año en la elite del surf, quedando en la puerta de llegar a la NBA de su deporte.
El encuentro fue soñado porque a Muñiz le gusta mucho el tenis. Lo practica de forma recreativa y lo consume. Como muchos argentinos, vivió intensamente la consagración ante Croacia y al día siguiente, mientras leía una nota post título, se enteró que a Orsanic le gusta mucho el surf. Ahí se le ocurrió invitarlo a meterse al agua con él. Daniel, feliz como nene con chiche nuevo, no dudó y, junto a su familia, viajó desde Ostende para una mañana de surf con Santi. Se encontraron en el coqueto balneario Honu Beach-Quiksilver y, felices ambos por vivir la experiencia, pegaron mucha onda ni bien se saludaron. Primero fue el coach quien quiso saber cosas de surf, en especial cómo harían para meterse en un mar que estaba grande y desordenado por el creciente viento sur. Valiente, Orsanic se mantuvo sin opinar hasta que se cambiaron y encararon las olas. Más tarde, tras salir del agua, admitiría que “sin Santi, en este mar no me hubiese metido ni intentado bajar una ola. En el agua soy más conservador que arriesgado. Pero estaba con él…”.
Muñiz, marplatense de 24 años que viene de ser el mejor compatriota en el ranking QS (46° puesto), le inspiró confianza. No sólo por ser un pibe positivo y buena onda sino también por su experiencia en el agua. “Entrar con alguien que sabe es muy distinto. Me explicó cómo y por dónde (cerca de las piedras) entrar, por dónde esperar la ola, cuál remar y hasta me empujó un par de veces la tabla para que le pudiera agarrar”, explicó Orsanic. Y Daniel sorprendió a todos. Lejos de ser un novato, mostró temple, oficio y gran condición física. Se paró en cada ola que remó y si bien en algunas se cayó por lo anárquico que estaba el mar, también es cierto que en un par llegó hasta la costa. “Hoy era un día difícil para posicionarse por el viento y yo trate de ayudarlo, pero lo que hizo no es nada fácil. Surfea re bien, tiene una capacidad deslumbrante…”, contó Santi, rider estrella de Quiksilver Argentina que vive en Bombinhas (Brasil) pero asegura ser “más argentino que el dulce de leche”.
Surfear no fue lo único que disfrutaron. No pararon de charlar, incluso en el agua, mientras se sentaron en las tablas para esperar las olas. “El tenis y el surf son mundos totalmente distintos, pero el alto rendimiento se parece… Hablamos mucho del entrenamiento, de cuánto tiempo le dedica y cómo se prepara para competir. Me contó de su experiencia en el surf y yo le conté de mi forma de entrenar, de la filosofía que uso…”, explicó Daniel. Muñiz salió del agua tan feliz como el alumno. “Ya lo admiraba desde antes, por el enorme trabajo que hizo generando ese clima especial en el equipo argentino de la Davis. Imaginate ahora, lo siento como un hermano mayor… Esto me ratifica que los deportistas, no importa de qué deporte vengamos, tenemos una esencia similar, lo que nos permite pasarla muy bien entre nosotros”, reconoció Santiago, quien en febrero comenzará en Australia su nueva búsqueda de llegar al CT.
Tan bien la pasaron que prometieron seguirla. Pero en una cancha de tenis. “Ojalá, me encantaría. Juego al tenis cada vez que puedo y si bien no me siento tan cómodo como en el agua, estoy seguro que disfrutaría una clase con Danny”, se adelantó Muñiz. Orsanic lo escuchó, se tiró para atrás en la silla y lo cerró con una enorme una sonrisa. “Si él disfruta de la clase de tenis la mitad de lo que yo disfruté hoy en el agua te aseguro que se va a ir muy contento”. Andá buscando la raqueta, Santi.