Historias reales de un mundo ficticio
Por Sebastián Chacón
Para Rama la vida estaba mal diseñada. A él siempre le resultaron más caras las pilas que la linterna. El paso de los años lo tuvo como un testigo privilegiado de casamientos, compromisos y responsabilidades de todo su grupo de amigos, esos con los que supo compartir incontables días Surf y aventuras en su querida María López, donde siempre se trepaba a la cabina del disc jockey para pedir Hey Negrita de los Stones. El Gin Tonic lo convertía en un eximio imitador de Sir Michael Phillip Jagger.
El tiempo funcionaba como un eficiente generador de obligaciones y ataduras, ni bien terminó el colegio secundario, Rama supo que no quería ser un casado con hijos. Jamás sería un surfista de fin de semana, siempre un Pro. El fracaso con Sofía, su amor imposible, lo había templado para todo lo malo que le podría llegar a pasar.
Después de ser sólo un rumor, el desembarco de una famosa cerveza en el circuito local de Surf, encendió la esperanza de un nutrido grupo de surfistas que hacían cola para fichar con algún sponsor que los saque de pobres. Al menos por unos meses. Surfweiser American Beer, aprovechando las bondades de la Argentina de Carlos Saúl, desembarcó en el país con toda la parafernalia que tanto gusta de los estadounidenses. El Surf sería el vehículo conductor para llevar un mensaje de libertad, superación y juventud eterna, al igual que lo habían hecho en la Costa Oeste. Los gringos firmaron un contrato con Roberto Elías Martínez Salatino, el promotor más famoso del Surfing argentino. Nunca nadie había hecho tanto dinero en nombre del Surf.
Un circuito de ocho fechas, premios en efectivo, dos contratos (por 3 años) para los finalistas de la primera fecha del Surfweiser American Beer Tour 1993, gigantografías de la marca con sus dos embajadores locales en vía pública y una muy especial en la pared principal de María López; era lo que ofrecía el nuevo mecenas del Surf Che. Una vez oficializado el contrato entre la cervecera y Martínez Salatino, una lluvia de currículums cayó sobre el escritorio del ascendente promotor. El plan estaba en marcha, nada podía salir mal.
El sábado 20 de noviembre de 1993 se fijó como fecha para la primera válida del Surfweiser American Beer Tour 1993, fecha que otorgaría al primero y al segundo de la categoría Open el ansiado contrato. El Yacht fue el spot elegido para dirimir el pleito. Rama no pudo estar más feliz, todo cuadraba para abrirse paso a la final.
Leandro Ramos Fitipaldi, Diego Suárez Fierro de Luca, Alejandro Samuel Weiss, Gastón Ríos Solabarrieta, Leonardo Medina Campos, Matías Vargas Dacharri, Mariano Fernández Lanza, Paul Gómez Marriott, Sebastián Galíndez Prieto, Federico López Pichón, Facundo Sobrado Delgado, Lisando Viel Temperley, Santiago Sullivan Arias, Luciano Villar Madariaga, Germán Chamorro Argüello y Ramiro Solís Arrieta, completaron el cuadro de primera ronda. Cuatro heats de cuatro competidores cada uno. Rama se juró ir a todo o nada. Gloria o anonimato eterno, así se tomó el asunto.
La semana previa transcurrió con buenas olas, nuestro héroe surfeó todos los días y se lo vio muy confiado, una aceitada maquinaria de Surfing. Su estiloso frontside no dejaba dudas de sus serias chances de abrirse paso a la final. El comentódromo así lo afirmaba.
Con la puntualidad que la caracteriza, la noche del viernes llegó. Rama no lo dejó escapar. Antes salir de casa se prometió no volver demasiado tarde. Apenas una recorrida para fichar y no ceder terreno, aunque muchas veces uno proponía y María López disponía. Y esto último fue lo que sucedió.
Rama entró como siempre, sin hacer fila y haciendo alarde de su condición de local indiscutido. Adentro, la misma rutina de siempre. Barra, debajo de la luz negra para resaltar su impecable remera Blue Hawaii blanca, y, obviamente, un porrón de Surfweiser American Beer en mano, siempre es bueno tener un posible sponsor cerca. La noche fue tomando color, la pista se encendió y Rama poco a poco se fue olvidando del compromiso del día siguiente.
Para la primera fecha, Roberto Elías Martínez Salatino invitó al director de Marketing de la cervecera americana a pasar el fin de semana en La Feliz. El mandamás de Surfweiser llegó con su mujer, una rubia de muy buena actitud y excelente aptitud. La mujer con la que todos intentarían algo. Después de cenar los tres, Martínez Díaz le propuso a la pareja ir a María López. La pareja aceptó gustosa. Los tres llegaron en el mejor momento, si algo no pasaba dentro de María López, era porque sinceramente no se había inventado. En esa variopinta fauna estaba Rama, como podía se sostenía en pie. No le costó demasiado romper su juramento de volver temprano. Volver era un verbo que conjugaba poco.
La presencia de “Robert” Martínez Salatino y la pareja se hizo notar, especialmente el primero, quien fiel a su estilo ostentoso, se encargó robarse el show. – Robert ídolo-, – Robert maestro-, eran algunas de las voces que le ganaban en volumen a la música para saludar a esta especie de Don King con gel y olor a parafina. Los tragos no tardaron en llegar, los tres charlaron animadamente sobre todo lo bueno que estaba por venir, para la cervecera y el Surfing local.
Rama no tardó en acercarse a saludar a su “amigo” Robert Martínez Salatino. Después de un abrazo, el promotor les presentó a sus invitados. – Mañana llegá a la final y firmás por tres años con Surfweiser – le disparó Martínez Salatino a un enfervorizado Rama. La respuesta de nuestro ídolo no tardó en llegar: – No lo dudes Robert… Soy el mejor. Sólo necesito una oportunidad, tengo una Ángel que es un cohete y yo soy un astronauta marino. Mañana gano de punta a punta-.
En un momento de la noche, la rubia se levantó para ir al baño. Los ojos de Rama funcionaron como un scanner sobre las curvas de la esposa del gerente de Marketing de Surfweiser American Beer. Sin percatarse que la mujer era territorio prohibido, la esperó a la salida del baño. Durante la espera se trepó a la cabina y formalizó su acostumbrado pedido: Hey Negrita de los Stones. En una sincronía perfecta, el tema empezó a correr al mismo tiempo que la rubia salió del baño. Rama la abordó con todo el desparpajo ganado en cinco gintonics. Al grito desaforado de Hey Negrita, Rama balbuceaba cosas indescifrables al oído de la rubia. La pesadilla de esa angelical criatura duró los que duraba el tema de los Stones. Acto seguido, Rama intentó besarla y metió mano en sus piernas.
La rubia ensayó una andanada de cachetazos sobre la transpirada cara de Rama. Su marido y Martínez Salatino advirtieron la escaramuza y no tardaron en llegar. También los patovicas llegaron a la zona de conflicto. Al minuto, las puertas de María López se abrieron y Rama salió disparado como una jabalina humana. La cara de Rama parecía ser el resultado de una discusión con la hinchada de Boca. Ojos negros y moretones por todos lados, sintetizaban una noche de decisiones erróneas.
El sábado llegó y el campeonato se puso en marcha. Rama nunca llegó a la playa y la final fue entre Sebastián Galíndez Prieto y Facundo Sobrado Delgado, Facundo se quedó con el primer lugar y Sebastián con el segundo. Los dos firmaron contrato con Surfweiser. Los dos salieron en la portada del suplemento deportivo del diario La Capital. Rama no firmó contrato, ni apareció en ninguna portada.
Nuevamente las pilas terminaron siendo más caras que la linterna. Distinto capítulo, mismo final para Rama. Por suerte su bandeja Sansei nunca fallaba. Fue hasta su colección de vinilos, puso la púa sobre el surco de Hey Negrita y los Stones empezaron a sonar. Después de todo, hasta los más grandes alguna vez habían mordido el polvo… Y él no sería la excepción.