Por Julieta Bossi
Algunos dicen que el surf es un deporte individual. Técnicamente sí, en el agua estás vos, tu tabla y tus pensamientos. También están las olas, el sol y el paisaje. La paz, la adrenalina, tus miedos, tus certezas y las ganas de surfear una ola que te deje feliz.
Pero no es solo eso, si bien reconozco que algunos días uno se mete al mar con ganas de estar solo, de pensar, de surfear todo lo que venga y que nadie moleste. La mayoría de las veces, terminas buscando compañeros para entrar, amigos o desconocidos, no importa, la cuestión es no estar solo. Y no se trata de miedo, simplemente se disfruta más cuando te metes al agua y podes compartir eso que te pasa.
Y lo raro empieza a ser meterse solo. Sobre todo cuando sos el único en el agua. En esos momentos empezás a pensar: ¿Será que no hay que meterse? ¿Estarán durmiendo todavía los surfers? ¿Me habré metido mal? ¿Estará rompiendo en otro lado?
A veces no se trata de surfear con tus amigos de toda la vida, tan solo se trata de compartir el surf con alguien que conociste hace dos minutos pero que ya lo sentís un hermano. No sé bien que es lo que te hermana a alguien que recién conoces y que en muchos casos ni cruzás palabra. Pero está ahí al dado tuyo, esperando las olas, remando y se transforma en tu compañero.
Yo creo que el agua te hermana, la pasión te hermana. En algunos casos se crean lazos que nunca existieron ni van a volver a existir, pero que son geniales y funcionales para ambos. Y lo que tiene el surf de particular es la capacidad de generar buena onda. Sé que los que hayan sufrido actos de localismo o peleas por olas me van a derribar la teoría, pero en general si uno se suma a una playa nueva con una sonrisa y el respeto necesario la cosa fluye. Vayas a dónde vayas la comunidad surfera es justamente eso, una comunidad que se conecta, se conoce y se entiende por medio de su pasión y no hace falta mucho más.
Dejando de lado un poco el surf entre desconocidos, tenemos la historia del que se mete a surfear con amigos, compañeros de trabajo, familiares, etc. Los lazos con esa gente, son increíbles porque lo que compartís es único, es una cuestión inexplicable, en la que los demás se quedan afuera. Porque te entendés con esa gente de una manera que no podrías entenderte con cualquier otro mortal. Y paso a explicar esto en un caso práctico.
Cuando entro con amigas al agua, somos como un equipo. La decisión de meterse y en dónde se toma entre todas, y una vez adentro no siento que seamos seres individuales mirando sólo la ola propia. Porque cuando viene una ola y alguien esta dudando si agarrarla o no, la magia del equipo entra en acción y empezamos a gritar “¡Dale, dale remá!”. Y cuando esa persona surfea la ola, sentís que vos estas yendo en ella. Es un grito sincero que te sale del alma, que te pone una sonrisa y te estremece. ¿Por qué pasa esto si no es uno el que va en la ola? No sé por qué es, pero se genera una identificación increíble en la cual su felicidad y su ola es tu felicidad. Y esa conexión casi sanguínea, es incomparable.
Así llegamos a la conclusión (yo y mi cabeza llagamos en realidad), de que el surf no sólo nos permite pasarla bien en nuestras olas propias, si no que nos deja disfrutar como espectadores de las olas de otros. Nos permite sentirnos un equipo, por más de que estemos solos en nuestra tabla, y nos da la chance de conectar. Conectar con gente extraña, amiga, o lo que fuera. Por eso es que creo que no se trata de un deporte individual, sino de un deporte en el que lo mejor ocurre cuando lo compartimos. Y hasta me animo decir que el “surf de equipo” potencia tus olas y tu vida.
2 Comentarios.
Así dan ganas de vivir la vida surfeando. Me encantó la sensación que transmitiste, la siento propia. Intentaré algún día, se ve que me estoy perdiendo de algo hermoso!
Si, ojala puedas intentarlo!
Parece que de a poco le encontramos al surf nuevas cualidades, no te quedes con las ganas.